Sábado 10 de septiembre. Matinal adultos – El reino avanza entre amigos – 3
«Y cualquiera que dé a uno de estos pequeños un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa». Mateo 10: 42
Método 2. Ocúpate en actividades de bajo riesgo y mucha gracia. Así describe Ruthie Jacobsen a «cualquier actividad de testimonio del reino que resulte cómoda para los tímidos pero que tenga fuerza suficiente como para constituir una potente declaración de gracia. Es una actividad de compartir amor que es realizable incluso para los que nunca se han considerado miembros de la Brigada de Dios» (Bridges 101, p. 19). Su libro está repleto de relatos de actividades tan simples como regalar botellas de agua fría en una feria (con una etiqueta de identificación de la iglesia y un número de teléfono en la parte de atrás), o patrocinar un descuento de cincuenta centavos en el precio de la gasolina durante dos horas en la gasolinera local, mientras un equipo de amigos lava los parabrisas y entrega literaturas y barritas de cereales. El quid es que las actividades de bajo riesgo y mucha gracia, en las que puedes construir puentes como una avenida a la edificación de amistades, abundan.
Mi relato favorito es sobre el tipo de la tienda de comestibles encargado de meter en bolsas la compra de la gente que decidió que su testimonio sería un corto y sucinto mensaje de ánimo en un papelito metido en cada bolsa que él llenaba. En cosa de días el encargado no acertaba a explicarse por qué la línea de caja atendida por el joven tenía una cola que serpenteaba por todo el supermercado ¡y nadie cambiaba de fila! Todo lo que necesitas es un corazón que ora para que la pasión de Dios te abra los ojos a nuevos puentes para nuevos amigos.
Método 3. Esparce tu calor. El esposo de Ruthie, Don (que fue mi profesor de homilética en el seminario), estaba de viaje en Japón y en el avión estaba hojeando una revista japonesa que no podía leer. Llegó a un anuncio muy poco habitual: una imagen gris bastante apagada de una mariposa con palabras en japonés debajo. El empresario japonés que había junto a él se fijó en la extrañeza de Don y explicó que se suponía que tenía que poner la mano sobre la mariposa. Don lo hizo y, unos instantes después, el calentamiento de la tinta especial del anuncio se convirtió en todos los hermosos colores de una mariposa. Ruthie pregunta: «¿Quién no necesita una mano cálida que lo ayude a florecer y cobrar vida?» (p. 35). Esparce tu calor, amigo mío. Y descubre la manera en que el Espíritu te llevará a personas que, de momento, solo necesitan tu cálido contacto. Detente y charla con ese desconocido. Da una mano amiga a una anciana. Esparce tu calor en el comedor, en la lavandería o en la biblioteca (en silencio). ¿Quién sabe? Puede que sea tu «abrazo de rescate» que Dios use para salvar una vida más para su reino.