Lunes 21 de noviembre. Matinal adultos – El mejor amigo de la humildad – 1
«Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Mateo 23: 12
ADMITÁMOSLO: HAY COSAS en la vida que son difíciles de tragar, como los trozos de cáscara de huevo en tu ensalada de patatas, el gelatinoso quingombó y el orgullo. Tragarse el orgullo: es suficiente para hacer que uno se atragante, ¿no te parece? La cura de humildad no es nuestro pasatiempo culinario favorito, ¿verdad? Y, no obstante, ¿podría ser que la humildad sea un talento espiritual que Dios llame a desarrollar a los elegidos?
¡Es uno de los casos más señalados de toda la historia de ascenso a la gloria desde la nada, volviendo a la nada! Nacido esclavo, adoptado príncipe, pero convertido en un asesino fugitivo. A todo el mundo le gusta la historia del «príncipe de Egipto». De mecerse en el gran río Nilo en una cesta de juncos untada con betún hasta un asiento en la mesa del faraón como nieto adoptivo del monarca más poderoso del mundo, la de Moisés fue una historia de pasar de mendigo a millonario. Sentado a los pies de los mayores intelectos del mundo, formado como oficial en el ejército más poderoso del mundo, instruido en gobierno por los juristas más brillantes del mundo, la estrella del joven cobraba altura. Pero, para honra eterna de su madre biológica, Jocabed, Moisés nunca renegó de su patrimonio hebreo ni del Dios de su pueblo. En el fondo sabía que era el que los liberaría. «Los ángeles […] instruyeron a Moisés, diciéndole que Jehová lo había elegido para poner fin a la servidumbre de su pueblo» (Patriarcas y profetas, cap. 22, p. 223).
Pero el modus operandi del joven era del todo ajeno a la estrategia divina. «“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos”, dice Jehová» (Isa. 55: 8). Y el cálculo de Moisés de que asesinar a un capataz egipcio sería el catalizador para poner en marcha su subversión de Egipto casi le costó la vida.
«Moisés huyó» (Hech. 7: 29) convertido en un fracaso colosal con una sentencia de muerte sobre su cabeza. Fracaso. ¿Quién entre nosotros no conoce ese nudo retorcido en las entrañas, ese sabor alcalino en la lengua? Fracaso en la vida, fracaso en el amor. Fracaso en los negocios, fracaso en la profesión. Fracaso en el matrimonio, fracaso escolar. Fracaso en lo privado, fracaso en lo público. La temida calificación F cuando intentábamos con tanto ahínco ganar pero perdimos, cuando tanto soñábamos con tener éxito pero fracasamos. George Bernard Shaw afirmó: «Mi reputación aumenta con cada fracaso». Y si no fuera por la historia de Moisés, también sería igual para nosotros. Pero en su historia aprendemos la verdad ilógica de que para Moisés fue un fracaso coronado por el éxito, el mismo tipo de fracaso al que puede conducirnos el Dios de Moisés.