Viernes 9 de diciembre. Matinal adultos – Cuatro secretos para sobrevivir al terremoto económico venidero – 4
«Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes». Lucas 6: 38, DHH
ME ENCANTA EL RELATO. Seguro que a ti también. Allí está, recogiendo algo de leña en aquella tierra asolada por la sequía y el hambre, preparando una última cena para su hijo y para ella, cuando un profeta de barba frondosa le pide no solo un vaso de agua, sino también comida. «Hazme este favor y nunca te faltará comida» (ver 1 Rey. 17: 8ss). ¿Ilógico? Del todo. Pero la respuesta de fe de la viuda aún enseña la verdad: si haces de Dios lo primero, él suplirá tus necesidades. ¿No es eso lo que Jesús intentó decirnos cuando prometió: «Dad y se os dará» (Luc. 6: 38)? ¿Cómo podía la renuncia de la viuda a lo poco que tenía llegar a dar como resultado más de lo que jamás podría haber soñado? Puede que te preguntes lo mismo cuando contemplas ese montoncito de billetes que hay sobre tu mesa o la notificación de despido que tienes en la mano. ¿Cómo puede llegar Dios a proveer lo que el desempleo me ha quitado?
Secreto 4. ¡Convierte tu supervivencia en prosperidad! ¿Por qué no lo averiguas? Da el paso de dar y comprueba si el Dios de Elías y la viuda no convierte también su supervivencia en prosperidad. Lo cierto es que la gente más feliz del mundo está constituida por todos los dadores, sean ricos o pobres. Las investigaciones demuestran que dar potencia el sistema inmunológico, combate el estrés y la depresión y, de paso, aumenta la esperanza de vida. «Dad y se os dará». Jesús sabía de qué hablaba. Da tu tesoro, da tus talentos, da tu tiempo, date a ti mismo. «Porque tanto amó Dios al mundo, que dio» (Juan 3: 16, NVI). Estás en excelente compañía. «Dar toca una fibra sensible en nosotros como ninguna otra cosa puede hacerlo. Nos parecemos mucho a Dios cuando lo hacemos. Cuando das, desafías al temor de que no tendrás suficiente. Insultas a la codicia, al impulso de adquirir o poseer más de lo que uno necesita o merece. Si de verdad crees que Dios es el dueño de todo y que es tu fuente y tu proveedor, dar será cosa sencilla. […] Según Jesús, dar mantiene tu corazón en su movimiento hacia Dios alejándose de las cosas materiales. […] Tu corazón seguirá la dirección de tu dadivosidad» (Ed Gungor, en Leadership, verano de 2006, p. 36).
Elizabeth Johnston, de cuatro años de edad, aprendía su versículo de memoria: «Dios ama al dador alegre» (2 Cor. 9: 7). Pero su madre, Madeline, me contó que se formó un batiburrillo con las palabras, porque toda aquella semana pudo oír a Beth repitiendo el versículo a sus muñequitas: «Dios es un amoroso dador alegre». ¡Cuán cierto!