Jueves 8 de diciembre. Matinal adultos – Cuatro secretos para sobrevivir al terremoto económico venidero – 3
«Traigan íntegro el diezmo para los fondos del templo, y así habrá alimento en mi casa. Pruébenme en esto —dice el Señor Todopoderoso—, y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde». Malaquías 3: 10, NVI
¿TE GUSTARÍA SER UNO de los amigos íntimos de Warren Buffett, que empezó de jovencito trabajando de repartidor de periódicos y ha acabado siendo uno de los hombres más ricos del mundo (con una fortuna neta que se calcula en torno a los 62,000 millones de dólares)? ¿Te lo imaginas entregándote su tarjeta un día, con su número de teléfono privado y con un «Por si me necesitas alguna vez» escrito en el reverso? ¡Cómo podrías mantener en secreto su amistad!
Hay un Dios aún más rico que Warren Buffett. Se sabe de buena fuente que dijo: «Mía es la plata y mío es el oro» (Hag. 2: 8), y, por lo visto, ¡quiere decir que su totalidad! «Míos son los animales del bosque, y mío también el ganado de los cerros» (Sal. 50: 10, NVI), y, según los informes que hemos recibido, hasta las colinas que hay bajo el ganado son suyas. «De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan» (Sal. 24: 1), pasaje que llevó a Maltbie Babcock a componer un himno, traducido por J. Pablo Simón, que canta la verdad: «El mundo es de mi Dios». ¿Te gustaría ser uno de los amigos íntimos de este Dios? ¿Llevar en tu corazón su número de teléfono directo, «por si me necesitas alguna vez»? ¿Cómo podrías mantener en secreto su amistad? Precisamente que todo el universo pertenezca a Dios es la verdad que subyace al tercer secreto.
Secreto 3. Contrata a Dios como tu Presidente, tu Director Financiero y tu Director de Operaciones. En el lenguaje del mundo empresarial de Warren Buffett, Dios se ofrece a ser nuestro presidente, nuestro director financiero y nuestro director de operaciones: los Tres en Uno. Aceptamos (¡quién no lo haría!) su generoso ofrecimiento con alegría y humildad (¿quieres ser mi socio?) con una sola firma: en un sobre de diezmo. Desde el comienzo, el diezmo ha definido que el 10% de nuestros ingresos pertenece exclusivamente al Dios que ha permitido que ganemos el 100%. Es contrario a la lógica, especialmente para los que luchamos por la supervivencia económica. Pero, verdaderamente, no podemos permitirnos el lujo de no diezmar. Moisés recordó a los elegidos: «Yo os he conducido durante cuarenta años en el desierto, sin que vuestros vestidos hayan envejecido sobre vosotros ni vuestro calzado haya envejecido sobre vuestro pie» (Deut. 29: 5). Neumáticos que duran más, dinero que se estira más lejos: no acierto a explicar cómo cumple Dios su promesa en nuestro texto de hoy. Todo lo que sé por experiencia personal es que no hay nadie mayor para tener a tu lado en medio de esta debacle económica. Así que hazte hoy su socio.