SI LO BUSCAS, LO ENCUENTRAS
«Me buscarán y me encontrarán, porque me buscarán de todo corazón» (Jer. 29:13).
Blanca e Indalecio tenían seis hijos. El mayor de ellos, Heriberto, contaba apenas trece años cuando comenzó a rebelarse contra todo y contra toen dos. Desilusionado de la vida, se fue alejando cada vez más de sus padres, que le aconsejaban abandonar sus malas amistades. Él, sin embargo, decidió abandonarlos a ellos: recogió sus cosas a escondidas y se fue de la casa. Pasaron días, semanas y meses en los que aquellos padres no hacían otra cosa que llorar la ausencia de su hijo.
Transcurrieron siete años de angustia en los que, tanto los padres de Heriberto como sus hermanos en Cristo no dejaron de elevar sus oraciones al Dios del cielo suplicándole poder encontrar al joven que, para aquel entonces, ya era un hombre de veinte años. Y un día, alguien llegó con la noticia de su paradero: estaba en Corcovado, Costa Rica.
Indalecio, el padre, se desplazó allí en busca de aquel hijo perdido por el que tanto oraban, con la convicción de que lo encontraría. Se internó en la Península de Osa, una zona de espeso bosque, pues le habían dicho que su hijo, a quien apodaban «el gato viudo», había muerto en la montaña. La fe y las oraciones constantes de aquella familia mantenían a Indalecio con fuerza y esperanza. Su ardua búsqueda tardó ocho días en dar fruto.
La experiencia de Indalecio en busca de su hijo Heriberto me hace reflexionar en cuán poco buscamos a Dios, a pesar de que él siempre nos está buscando a nosotras. «Así dice el Señor al reino de Israel: “Búsquenme y vivirán”» (Amós 5:4, NVI). Así nos dice a ti y a mí esta mañana, y todas las demás mañanas del resto de nuestra vida. Busquémoslo de todo corazón, para que podamos disfrutar del tipo de vida que quiere darnos.
«El Señor estará con ustedes, siempre y cuando ustedes estén con él. Si lo buscan, él dejará que ustedes lo hallen; pero si lo abandonan, él los abandonará» (2 Crón. 15:2, NVI). Y eso, para mí, es sencillamente inaceptable. No imagino una vida sin la presencia de Dios.
Querida amiga, si eres una hija pródiga que hace tiempo decidió huir de la presencia del Padre, esta mañana te digo: «¡Refúgiate en el Señor y en su fuerza, busca siempre su presencia!» (1 Crón. 16:11, NVI), porque la vida es muy diferente con él.