BANDERAS NEGRAS
«Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios» (Efesios 3:17-19).
Iquique es una ciudad-puerto muy importante del norte de Chile, conocida como la «Tierra de campeones». Actualmente, es impulsado el turismo por sus bellas playas y por los derechos comerciales de puerto libre o zona franca, uno de los más grandes de América del Sur. El origen de esta importante ciudad se remonta a la explotación del salitre, un compuesto natural de nitratos utilizado como fertilizante para la agricultura y para la fabricación de dinamita y explosivos. Durante el siglo XIX, el periodo de mayor auge de la industria salitrera, la ciudad creció extraordinariamente hasta que la producción y el desarrollo del salitre sintético, a fines de la Primera Guerra Mundial, quebrantó la economía del sector. La crisis fue tan aguda que, el 21 de mayo de 1957, la ciudad amaneció cubierta de banderas negras, símbolo del luto en que vivía la población.
Era el tiempo en que para mitigar el hambre se cocinaba en comunidades, cuando un matrimonio joven llegó a la ciudad con la tarea de vender libros cristianos.
-¿Cómo se les ocurre vender libros, donde ni siquiera hay para comer? —les preguntaron.
Pocos días antes, otro joven había desistido de una tarea similar a causa de la magnitud de las dificultades. Pero la respuesta de la joven pareja fue contundente:
-Si hubiera una sola alma que aceptara a Dios por nuestro trabajo, vale la pena haber venido aquí.
Una sola alma daba el valor para enfrentar los riesgos. Una sola alma, justificaba todas las penas. ¿Te has dado cuenta de lo que hace realmente valioso el servicio? ¿Cuáles son las motivaciones que impulsan tu trabajo?
Jesús, «por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio» (Hebreos 12:2). Por una sola alma, querido lector, ¡por ti! Jesús estuvo dispuesto a sufrir la cruz. El gozo puesto delante de él, verte salvo, valía todo su sufrimiento.
En la «Tierra de campeones», mi suegro (L), Raúl Labra, junto a su esposa, fue campeón sudamericano de ventas en 1960. Unos pocos meses fueron suficientes para llevar esperanza a miles de personas, porque «no había persona que no se interesara».
Aquellos que han percibido el amor de Dios descarán manifestarlo a otros desdeñando las contrariedades. Uniéndose a Cristo, desearán servirle en una increíble cruzada: la de manifestar al mundo «cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura» del amor de Dios».