Martes 7 de Noviembre – GRANOS DE CAFÉ – Matutina para Jóvenes

 «Mirad que ninguno pague a otro mal por mal, antes seguid siempre lo bueno, unos para con otros y para con todos. 1 Tes. 5:15

Hoy es mi cumpleaños. Hay tres cosas que siempre hago en esta fecha. Primero, me comunico con mi hermano mellizo. Segundo, ya que es un excelente momento para celebrarlo, lo celebramos (Esther, mi esposa, y yo no dejamos pasar ninguna oportunidad de fiesta). Y tercero, es el momento de las reflexiones existenciales. Asuntos relacionados con la misión, la iglesia o la sociedad se me hacen más patentes hoy. Por ello, deseo compartir contigo una historia que toca nuestra razón de ser.

Un chef reconocido tenía una hija adolescente. La muchacha no se encontraba conmigo misma y se quejaba de todo. Un día aciago, de esos días en que los adolescentes han decidido que todo está mal, llevó a su hija hasta la cocina y tomó tres ollas y las puso a hervir. A una le ech unas zanahorias. A otra, unos huevos. Y a la última, unos granos de café. Y esperaron unos quince minutos. Después, los sacaron y les pidieron que los tocara. Las zanahorias, que antes estaban bien duras, se habían vuelto blandas. Los huevos, que antes eran muy frágiles, se habían vuelto duros. Y los granos de café parecían iguales. Y llegó la lección. Mirando con cariño a los ojos de su hija, le dijo: «En este mundo hay tres tipos de personas: los que se creen muy duros, pero, con las presiones de la vida, terminan ablandándose y siendo apáticos. Son como las zanahorias. Los que son muy sensibles, pero, con los problemas de cada día, se soportan. Dejan de confiar en las personas y pierden toda ilusión en mejorar nada. Son como los huevos. Y están los que son como los granos de café. No abandonen su identidad, pero decidan cambiar el agua aportándole lo mejor de su aroma. ¿Qué vas a ser? ¿Una muchacha sin personalidad que hace todo lo que le dicen sus amigos? ¿Una joven insensible que no tiene ideales y solo piensa en ella? ¿0 alguien que cambia el mundo?» Y, después, se abrazaron.

Ha habido cumpleaños en que me vi endurecido por el dolor y no fue bueno. Otros, en que me envolvió la apatía y tampoco fue bueno. Hoy comprendo lo bueno que es ser bueno, que si deseo cambiar el mundo debo hacer lo mejor. Jesús me ha enseñado que el mal se paga con bien y, aunque es durísimo, deja un aroma espectacular. Debes probarlo y, si lo has probado, continuar haciendo porque hay mucho bueno por hacer. La pregunta es: ¿Qué vas a ser?

Radio Adventista

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