Martes 7 de abril – PIEDRAS PRECIOSAS – Devocion Matutina para Damas

PIEDRAS PRECIOSAS

«Mujer ejemplar, ¿dónde se hallará? ¡Es más valiosa que las piedras preciosas!» (Prov. 31:10, NVI).

Era abril del año 2016. ¿Cómo olvidar aquel día? Corría una brisa fresca cuando nos dirigíamos a la estación de autobuses. Aún no habíamos y rentado un auto y, como turistas, esperábamos conocer bastantes lugares hermosos del Perú, así que estábamos paseando a pie. Entonces, mi pequeña Razy se posicionó muy cerca de la puerta del autobús y, en un abrir y cerrar de ojos, mi hija, mi tesoro, mi perla, se encontraba gritando. Su bracito había quedado atrapado en la puerta.

Hubo gritos, súplicas y hasta invocaciones. Todavía hoy me recorre un horroroso escalofrío el solo hecho de recordar ese momento… Pero fue en aquella experiencia difícil cuando mi hija y yo vivimos la historia más impresionante que habíamos pasado juntas hasta la fecha. Un hombre que se encontraba en el andén agarró la puerta y, sabiendo que Razyel era para mí como una perla que estaba a punto de salir dañada, jaló la puerta del autobús, aparentemente sin esfuerzo alguno, como si fuera de plastilina, y luego, delicadamente, liberó el brazo de mi hija. Sin darnos tiempo siquiera a reaccionar, aquel hombre desapareció. Es increíble cómo un auténtico desconocido pudo valorar lo que mi hija significaba para mí: una perla de gran precio; la joya más preciosa.

Las perlas llegan a ser lo que son porque una arenilla se cuela dentro de la ostra, obligándola a defenderse expulsando una sustancia que, con el tiempo, se convierte en una perla. Después, para poder pulir esa perla, se utilizan polvos abrasivos; luego se repara minuciosamente y se limpia, para sumergirla finalmente en un ácido. Los cambios bruscos de temperatura se deben evitar, pues las perlas son sumamente frágiles. Cualquier procedimiento inadecuado las hará perder su color y su valor.

Fíjate cuántas circunstancias deben darse para que una perla llegue a ser lo que es; cuánto cuidado, trabajo y esmero hay que poner en ella. Pues eso es lo que hace Dios para que tú y yo seamos piedras preciosas. No escatima esfuerzo alguno. Tú y yo somos piedras preciosas para Dios, porque vivimos una vida conforme a su Palabra. Tal vez somos difíciles de pulir, sensibles a los cambios, frágiles a la rudeza, pero al final del proceso brillamos con la luz del evangelio. Esa luz es vida para todas las personas que nos rodean. Por eso, no dejemos de brillar con nuestra conducta.

Radio Adventista

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