LAS ROSAS
“Yo soy una rosa de Sarón, una azucena de los valles” (Cant. 2: 1).
Hace poco, mi esposo y yo celebramos nuestro vigésimo aniversario de casamiento. Permíteme decirte que estos años no han sido un camino de rosas. Por otro lado, quizá lo hayan sido, porque las rosas vienen con belleza, y también con espinas. La nuestra ha sido una experiencia hermosa y dolorosa. Hemos enfrentado juntos muchas pruebas, pero puedo decir que los buenos tiempos fueron más que los malos.
Hemos vencido obstáculos y adversidad. Hemos enfrentado desafíos y hemos tenido que salir de nuestra zona de comodidad. Hemos estado en aprietos a causa de malas decisiones, pero seguimos de pie por la gracia de Dios. Hemos hecho frente a enfermedades, infidelidad, deudas, adicciones y maldiciones generacionales. Estas son las espinas de la vida.
A lo largo de los años, nos hemos vuelto más unidos, más entrados en años, más fuertes y más sabios. Podemos amar y perdonar con mayor facilidad, porque hemos sido amados y perdonados por Dios. Antes yo sabía de Dios, pero no lo conocía íntimamente. Escuché que era un Dios misericordioso, pero ahora sé por experiencia que se deleita en la misericordia. Él me ofrece misericordia y gracia, a pesar de mis defectos de carácter. Uno de mis versículos preferidos es 1 Juan 1: 9, porque es una promesa que nos da esperanza: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”. No nos sentimos bien cuando nos están limpiando o podando, pero Dios conoce las cosas que están latentes dentro de nosotros y necesitan ser podadas o quitadas. Él sabe cuándo, como una rosa, necesitamos una poda, y sabe exactamente cómo hacerlo.
Si tú y tu esposo están pasando por el proceso de poda, sé paciente y ora mucho. ¿Y el proceso de crecimiento? ¿Están tú y tu esposo creciendo y acercándose, o alejándose? ¿Y el proceso de sanidad? ¿Puedes amar cuando ha desaparecido la emoción? ¿Puedes cancelar la deuda y perdonar cuando te lastimaron? Si estás luchando en tu matrimonio, no te des por vencida, no te divorcies, y no olvides detenerte y apreciar lo bueno.
Estos principios también se aplican a cualquier otra relación, con otros familiares. “Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes” (Col. 3: 12, 13). Vive, crece y florece en Jesús.
TAMARA BROWN