UNA ESPERANZA EN ACCIÓN
«Ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti» (Salmos 39: 7).
FUI A VISITAR a una jovencita al hospital. Ana se veía infeliz. Sus ojos estaban sumidos, circundados por un aro oscuro, parecía que ardían en agonizantes llamas. Su boca tenía la curvatura invertida, sus mejillas lucían huecas y estaban pálidas, su cabello estaba áspero y desgarbado. Ana era anoréxica y pesaba 30 kilos. Sus brazos sin fuerzas descansaban sobre la sobrecama. Cuando entré, ella me preguntó qué deseaba. Le respondí que estaba allí para ver cómo estaba, dado que alguien me había pedido que la visitara. Le conté que era pastor, y le pedí que me contara cómo se sentía. Ana manifestó su desencanto con la vida y sus ganas de morir. Incluso estaba perdiendo los dientes debido a su desnutrición.
Comencé a hablarle de aquello en lo que yo creía. Le hablé de la esperanza de la vida eterna. Le mostré que la muerte no es el fin y que Dios ha prometido un increíble futuro para los que lo escogen y que, cuando Jesús venga, nos transformará y nos sanará de todos nuestros dolores.
A la semana siguiente, volví a visitarla.
-Ana, ¿cómo te encuentras hoy? -pregunté.
En un murmullo apenas audible, dijo:
-Me están poniendo más tubos y una unidad de sangre. Es la única forma de nutrirme. Quieren que engorde.
-Los médicos quieren ayudarte a seguir con vida -le contesté.
-¿Para qué seguir viviendo? No tengo nada que esperar.
Entonces, tomé mi Biblia, y comencé a leer el Salmo 23, Juan 3, Juan 14, 1 Tesalonicenses 4 y Apocalipsis 22. Al terminar, ella permaneció en silencio por un buen rato.
-Si esas palabras son verdaderas, me gustaría aprender más de la Biblia -afirmó ella.
Le presté mi Biblia, y se aferró a ella con sus dos brazos. Le expliqué brevemente dónde comenzar a leerla, y la leyó durante varios días. Muy pronto, empecé a notar un cambio en su actitud y la esperanza empezó a renacer en su corazón. Con el tiempo, restauró su salud. Cuando Dios entra en nuestra vida, la esperanza también. Hoy, invita a Dios a acompañarte, y la esperanza también estará contigo.