Martes 5 de Julio – Probando a Dios – Devoción Matutina para Jóvenes

Entreguen completos los diezmos en mi tesorería, y habrá alimento en mi templo. Con esto pueden ponerme una prueba: verán si no les abren las ventanas de los cielos y derramo sobre ustedes abundantes bendiciones. Lo digo yo, el Señor de los ejércitos (Malaquías 3: 10).

ESE SÁBADO NOTÉ QUE RAFAEL no había venido a la iglesia, así que me propuse visitarlo. Al llegar a su hogar hablamos sobre diferentes temas hasta que le preguntamos cómo era su vida espiritual. Su respuesta fue: «No estoy bien. Tengo muchas deudas con personas amigas y con el banco y realmente no puedo salir de ellas». Como Rafael tenía más de veinte años de adventista dudé si hablar del diezmo y su fidelidad, pero finalmente lo hice. «Pastor, eso que me dices ya o sé, pero no creo que cambie mi situación por diezmar. Realmente estoy muy endeudado».

Como el Señor nos invita a probarlo, desafié a Rafael, para el mes siguiente, a que apartara el diezmo antes de comenzar con los gastos habituales. Dos meses más tarde, volví a predicar en la misma iglesia y Rafael me estaba esperando. Cuando saludaba a los hermanos en la puerta del templo, me dijo: «Pastor, probé a Dios y realmente no me defraudó. Es cómo increíble abrió el Señor las puertas para ir cancelando mis deudas».

Las verdades que nos muestra la Biblia nos dicen que a este mundo venimos sin nada y nos vamos igual (1 Tim. 6:7) y que todo en este mundo es de Dios (Sal. 24:1). Entonces, ¿por qué nos pide el Señor que demos el diezmo? Porque él desea que luchemos contra el egoísmo que infecta nuestro carácter, y qué mejor que dar parte de nuestros ingresos para que otros en el mundo conozcan el evangelio. Quienes dan con liberalidad, notarán que la bendición divina reposa sobre sus vidas.

El caso contrario pone al creyente en una situación desventajosa, ya que robarle a Dios significa acarrear condenación. «Recibimos el mensaje del tercer capítulo de Malaquías que destaca ante nosotros la necesidad de practicar la honradez en nuestras relaciones con el Señor y su obra. Hermanos míos, el dinero que usáis para comprar y vender y obtener ganancias será una maldición para vosotros si retenéis del Señor lo que le pertenece» (Elena G. White, Testimonios para la iglesia , t. 9, p. 43).

No te permitas robarle a Dios. Todo es de él y devolverle lo que te pide redundará en beneficio tuyo y en el avance de su obra.

Radio Adventista

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