DIOS CONOCE TODO
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón, pruébame y conoce mis caminos” (Salmo 139:23).
Te detuviste para evaluar cuánto conoce Dios tu vida y cómo él acompaña tus pasos? Mucha gente vive sin tomar esto en consideración al hacer elecciones, al alimentar sus pensamientos o al mantener hábitos particulares.
Dios está siempre a tu lado. No importa la hora de la noche, el lugar solitario o si estás con un grupo de amigos. Él siempre te acompaña. Sabiendo esto, tus actos, pensamientos y palabras ¿podrán continuar siendo los mismos?
Dios siempre nos está viendo para protegernos y para ayudarnos en cualquier momento, lugar o situación. Pero quiero invitarte a pensar un poco en tus actitudes frente a esta realidad. Una lectura del Salmo 139 puede ayudar a entender hasta dónde va esta compañía.
Si necesitas una alerta más fuerte, Hebreos 4:13 profundiza este asunto al recordarnos que “no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.
¿Pensaste en cuántas cosas las altas horas de la madrugada tienen para decir sobre tu vida? ¿O en todo lo que las luces apagadas y las puertas cerradas de algunos dormitorios podrían mostrar? ¿Cuántas situaciones vergonzosas contarían los círculos de amigos? Lamentablemente, muchas personas dan la impresión de un óptimo comportamiento en público, pero llevan otra vida en privado.
Elena de White llama la atención hacia la realidad de que Dios ve todo. Ella dice: “Si abrigáramos habitualmente la idea de que Dios ve y oye todo lo que hacemos y decimos, y que conserva un fiel registro de nuestras palabras y acciones, a las que deberemos hacer frente en el día final, temeríamos pecar” (Patriarcas y Profetas, p. 217).
Satanás ha trabajado en esta trampa de los pecados secretos para mantener a algunas personas dentro de la iglesia como cristianos meramente de apariencia. Eso profundiza las raíces del pecado, deja la vida cristiana infeliz y compromete la salvación. Es hora de enfrentar la situación, clamar por socorro y repetir, como José en Egipto: “¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Gén. 39:9).