PREDIQUEMOS EL EVANGELIO
«El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo» (Mateo 13: 31).
EN LOS PLANES de Dios está que el evangelio del reino penetre en el mundo, crezca y se expanda, pero el hombre debe tomarlo y sembrarlo. La buena semilla puede estar ahí, pero si el hombre no toma parte y actúa, no sucede nada. Dios es el dueño de la buena semilla del evangelio, él hace que nazca, crezca y se reproduzca, pero hay que ponerla en la tierra y eso es tarea del hombre no de Dios. En muchos lugares el evangelio se abre paso como la luz del alba. Como la mostaza que tiene un sabor picante y afecta la vida entera, respondiendo a las necesidades de las personas. El evangelio aclara la mente, inflama el corazón de fe y esperanza y mueve la voluntad a obrar en todo, sobria, justa y piadosamente (Tito 2: 12).
El evangelio es semejante a la levadura, que como una fuerza penetrante, todo lo invade, lo transforma, y lo revoluciona. Así pasó en Tesalónica cuando muchos fueron convertidos por el poder del evangelio a Cristo, la turba gritó: «Estos que trastornan el mundo entero» (Hechos 17: 6).
En cierta ocasión Tertuliano gritaba a los gentiles: «Un puñado de iletrados pescadores, con la palabra del evangelio y el poder del Espíritu, conquistaron el mundo para Cristo, sin armas, sin elocuencia y sin dinero». Es verdad que el evangelio es una fuerza que obra de adentro hacia fuera, y transforma al individuo al efectuar en él un cambio sustancial que afecta todas las esferas de la vida. Como dijo Pablo: «Es Cristo en vosotros, esperanza de gloria» (Colosenses 1: 27).
La frase «El grano de mostaza que un hombre tomó y sembró», así como: «La levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina» (Mateo 13: 31, 33), denotan acción humana. Se necesitan la colaboración del hombre y su fuerza basada en Cristo para que el evangelio cumpla su misión. Sin el evangelio, que es la vida de nuestro Señor Jesucristo, no tenemos redención ni reconciliación con Dios. Si el evangelio es como la semilla de mostaza que llega a ser un árbol grande de tres metros de altura, es esplendoroso creer en él de todo corazón.