¿CUÁL SERÁS?
“Porque sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado” (2 Tim. 1: 12).
Era el día después de la tormenta. Un tornado terrible había destrozado el pueblo, sin dejar una sola casa en pie. Por todos lados se veía destrucción y pérdidas humanas. Dos mujeres, vecinas en ese pueblo, estaban de pie mirando los remanentes de sus hogares. Los fragmentos rotos de sus vidas yacían en pilas en el suelo.
“¿Qué haré?”, era la pregunta que ambas se hacían. “¿Cómo recogeré los pedazos de mi vida?” Una de las mujeres, profundamente afligida por las pérdidas que había sufrido, seguía allí, de pie, mirando los escombros. Hora tras hora, su atención estaba completamente centrada en las pérdidas.
La otra mujer, lamentando profundamente la pérdida de todo lo que había deseado y por lo que había trabajado tanto, lloró por la pérdida, pero lentamente comenzó a levantar los pedazos y a avanzar. A través de sus lágrimas y dolor, encontró un camino entre las pilas de escombros. Sus clamores se elevaron al Señor, quien nos ayuda en tiempos de necesidad (ver Sal. 121: 1,2). Confiaba en que aunque había perdido todo, o eso parecía, Dios todavía tenía un plan perfecto.
Encontró consuelo en un pensamiento que cruzaba por su mente continuamente: “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes -afirma el Señor-, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza” (Jer. 29: 11). No sabía cómo viviría o pagaría las cuentas, pero sabía en quién había creído.
Tristemente, la primera señora nunca quitó la mirada de su pérdida y consecuentemente, nunca pudo avanzar, nunca pudo superarlo, nunca permitió que la paz, la esperanza o el gozo llenaran su vida de nuevo. Como la mujer de Lot, no podía evitar mirar hacia atrás. Y como a la mujer de Lot, mirar hacia atrás la destruyó.
Las dos señoras sufrieron algo devastador. Ambas lloraron y se lamentaron. Había ayuda, esperanza y una nueva vida disponibles para cada una, pero solo una de ellas pudo levantar la vista y mirar a Jesús. Solo una pudo decir: “Olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Fil. 3: 13,14).
¿Cuál de ellas serás tú?
SAMANTHA NELSON