DESTRUCCIÓN PROFETIZADA
“Cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que su destrucción ha llegado’’ (Lucas 21:20, RVC).
El 30 de mayo del año 70, el ejército romano, encabezado por el futuro emperador Tito, lograba penetrar la muralla exterior de la ciudad de Jerusalén, tras haberla sitiado durante meses. Después, los zelotes, refugiados dentro de las murallas del Templo, eran derrotados y la ciudad caía en manos romanas. El historiador Flavio Josefo afirma que más de 1.100.000 judíos perecieron y cerca de 100.000 fueron tomados cautivos. En la ciudad de Roma se encuentra el Arco de Tito, que representa a los cautivos judíos encadenados y a los soldados romanos cargando el candelabro de siete brazos del Templo. Pero mientras que los judíos morían de hambre, eran decapitados y capturados, los cristianos de Jerusalén escapaban.
¿Cómo salvaron su vida? Casi cuarenta años antes de la destrucción de Jerusalén, Jesús predijo los terribles eventos que seguirían a su muerte. La señal sería ver la ciudad rodeada por el ejército romano. Las instrucciones y las advertencias fueron claras: “Por tanto, cuando en el lugar santo vean la abominación desoladora, de la que habló el profeta Daniel (el que lee, que entienda), los que estén en Judea, huyan a los montes; el que esté en la azotea, no baje para llevarse algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. Pero ¡ay de las que en esos días estén embarazadas o amamantando! Pídanle a Dios que no tengan que huir en invierno ni en día de reposo” (Mat. 24:15-20).
Tras unas revueltas originadas por los zelotes (que habían tomado la fortaleza de Masada), Cestio Calo sitió y atacó Jerusalén con treinta mil hombres. Penetraron en la ciudad, pero no en el Templo; y aparentemente, la ciudad y el Templo caerían de un momento a otro. No obstante, sin razón evidente, las tropas se retiraron de repente. Esto posibilitó que los cristianos tomaran seriamente las advertencias de Cristo y huyeran hacia Pella, más allá del Jordán.
Increíblemente, ni un solo cristiano pereció entonces. Cuando Tito llegó, todos los cristianos habían huido, alertados por la profecía de Jesús. En el año 70, el Templo de Jerusalén fue totalmente destruido, cumpliendo la profecía de Cristo: “Jesús salió del templo, y ya se iba cuando sus discípulos se acercaron para mostrarle los edificios del templo. Él les dijo: ¿Ven todo esto? De cierto les digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra. Todo será derribado'” (Mat. 24:1, 2, RVC). Solo una pequeña parte de la muralla del Templo permanece actualmente.
El resto de las profecías del sermón profético de Cristo están cumpliéndose. Así como los primeros cristianos, deberíamos prepararnos para el evento que las señales están indicando: la segunda venida de Cristo. ¿Qué estás esperando?