CUANDO APARTÉ MIS OJOS DE JESÚS
“Él dijo: ‘Ven’. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ¡r a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: ‘¡Señor, sálvame!’ ” (Mat. 14:29, 30).
Yo era una de las que llegaba primero cada semana para estudiar la Biblia, la que no se perdía ni un servicio religioso. Era un “ratón de biblioteca”, y académicamente muy aplicada. Me diplomé de secundaria con un promedio de sobresaliente. Era capitana del equipo de baloncesto de la escuela, y había recibido dos becas de baloncesto para la universidad. En mi decimoséptimo cumpleaños, me sentí feliz. ¡No había más reglas!, decidí. Y como Pedro en la cita de hoy, aparté mis ojos de Jesús.
Dos semanas después de mi graduación de secundaria, toqué fondo. Estaba sumergida en una vida detrás de las rejas. Fui encarcelada por once cargos por robo a mano armada y cinco cargos por asalto. Había sido la conductora durante la fuga de unos “amigos”; que obviamente no eran tales. Así que, en lugar de entrar en la universidad ese otoño, me enfrentaba a un máximo de 135 años de prisión…
Ahora no tenía más remedio que seguir un nuevo conjunto de reglas. Mi situación parecía no tener remedio, iba a morir en la cárcel, por una decisión equivocada que había tomado a una temprana edad. Como Pedro, yo había apartado mi vista de Jesús y estaba hundiéndome.
¿Alguna vez has visto personajes de dibujos animados correr sobre acantilados sin caerse? Mientras mantienen el movimiento de las piernas, avanzan igual de bien en el aire como si estuvieran en el suelo. Pero cuando miran hacia abajo y reconocen las circunstancias, entran en pánico y empiezan a descender por el aire.
“Porque por fe andamos”, escribió el apóstol Pablo, “no por vista” (2 Cor. 5:7). Eso significa mantener los ojos en Jesús en todo momento, incluso en una situación desesperada. Durante mis 18 meses en una celda a la espera de mi condena, pasé cada día realineando mi mirada hacia Jesús. Rogué a Dios por misericordia. Oré, pidiendo su favor. Grité, como lo hizo Pedro: “¡Señor, sálvame!” El “día del juicio final”, fui condenada a cuatro años, en lugar de 135.
¡Doy gracias a Dios porque no se dio por vencido conmigo! Caminar por fe, y no por vista. Una fe que te saque fuera del bote. Llama a Jesús y toma su mano, a pesar de las decisiones que hayas tomado en el pasado. ¡Suceden cosas asombrosas cuando mantienes la vista en Jesús!
Desireé Lee