RINCÓN DE ORACIÓN
«Un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido» (Hechos 16: 13).
UN SÁBADO POR LA MAÑANA, Yessenia, una joven de veinte años, comenzaba el día como cualquier otro fin de semana. Se arreglaba para salir a la calle, cuando recordó una invitación para ir a la iglesia. Solía ir cuando era niña pero ahora disfrutaba más las salidas nocturnas con sus amigos. Sin embargo, aquel día sintió que el vacío que experimentaba en su vida solamente lo podría llenar si volvía a la iglesia. Así, en el último momento decidió ir.
Sucedió que en el templo al que llegó, le dieron una agradable bienvenida, y una persona que la conocía la invitó a participar en un programa especial que presentarían esa misma mañana. A pesar de sus reticencias, aceptó representar un papel menor. Cuando terminó, fue a la sala pastoral para quitarse el traje con el que había participado en la historia.
Al retirarse, le llamó la atención un cuarto bellamente arreglado, con alfombra, cojines para arrodillarse y arreglos florares. Era el rincón de oración. Se sintió atraída hacia el sitio. Entró y cayó de rodillas para abrir su corazón a Dios. Pudo sentir la presencia del Espíritu Santo. Tuvo la certeza de que Dios estaba escuchando su clamor. Confesó sus pecados y pidió un cambio de vida. Cuando se dio cuenta, ya era mediodía y el culto había terminado. Al salir de la iglesia, Yessenia tampoco era la misma. La paz, el perdón y la serenidad habían vuelto a su corazón.
Yessenia afirma que aquel día cambió su vida. El libro de los Hechos afirma que los apóstoles se unían a la práctica de los judíos de tener un lugar para la oración. Si todo hogar cristiano y cada iglesia tuvieran un rincón de oración, habría más poder y quizá más experiencias como la de Yessenia. Mi deseo es que te reconozcan como una persona cristiana de oración, y que nuestras iglesias sean reconocidas como iglesias de oración.