CUATRO AMIGOS
“Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas… “ (Eclesiastés 9:10).
La diferencia entre el éxito y el fracaso muchas veces no está en las oportunidades sino en las actitudes. Son estas las que determinan si seremos vencedores o vencidos. Para que puedas entenderlo mejor, quiero presentarte a cuatro amigos, personajes de una fábula conocida en el contexto educativo.
No quiero tenía mal genio y era obstinado. Quería las cosas siempre a su manera. Si se le cruzaba por la cabeza no hacer algo, no había manera de convencerlo de que cambiara de parecer. Aborrecía a los otros porque solo quería lo que le daba la gana. No le caía bien a nadie.
No puedo era un muchacho perezoso y muy cobarde. Cuando le pedían que hiciera algo, decía que no podía, incluso sin intentarlo. Si le hacían alguna pregunta, respondía: “No sé”. Si tenía que estudiar algo, decía: “No puedo”.
No lo lograré era un muchacho bonito y sonriente, pero también era perezoso. Ante todo lo que le pedían que hiciera, incluso antes de intentarlo, ya iba diciendo: “No lo lograré”. Daba un trabajo inmenso intentar convencerlo de tener una actitud positiva, aunque fuera para su propio beneficio. Vivía rezongando por todos lados y marcaba los defectos de todo lo que se hacía; sentía envidia por el éxito de los demás.
Voy a probar era un muchacho delgadito y pequeño, pero tenía ánimo y perseverancia. Estaba siempre listo para intentar llegar al éxito. Acostumbraba decir: “No sé si podré lograrlo, pero voy a probar”. A veces no lo lograba, pero casi siempre era capaz de hacer lo que intentaba.
En los estudios, Voy a probar era el primero de la clase. No puedo y No lo lograré eran los últimos. No quiero dejó la escuela.
Hoy, estos cuatro amigos ya son hombres. No puedo es empleado de un señor muy exigente llamado Es necesario. No quiero es un soldado raso que obedece al Capitán Debe. No lo lograré trabaja en la propiedad del señor No hay excusas. Voy a probar es socio de la gran empresa Felizardo & Cía.
John Heywood dijo una vez: “Un comienzo trabajoso lleva a un final provechoso”. Por eso, ante los desafíos y las oportunidades, deja de lado las excusas, las críticas, la envidia, el conformismo, y haz lo mejor posible “según tus fuerzas”, con sacrificio y dedicación. Dios te recompensará.