CONSUELO EN EL REINO ANIMAL
«El que sufre es consolado por su compañero, incluso aquel que abandona el temor del Omnipotente» (Job 6:14).
En las selvas tropicales del interior de África habita un simio denominado bonobo o chimpancé pigmeo. A diferencia del chimpancé común, el bonobo tiene el rostro negro, las orejas pequeñas y las patas largas. Con frecuencia caminan erguidos y mantienen una cultura matriarcal e igualitaria. Estas características peculiares lo han hecho una especie diferenciada desde 1929. La conducta más peculiar de este grupo es su buena costumbre de consolar al que está triste. En efecto, cuando un bonobo observa que alguno de sus semejantes está apenado, intenta sacarlo de su aflicción mediante abrazos cariñosos o una mezcla de caricias y aseos. Además, los científicos han constatado que tales conductas surten efecto, pues el mono decaído reduce las conductas que muestran estrés, como rascarse y asearse de forma compulsiva.
En ejemplos como este, vemos el sello que el Creador ha dejado en sus criaturas. Pues bien, el ser humano cuenta con una habilidad más completa que cualquier animal para animar y consolar a otros. La Biblia ofrece numerosos mensajes que apelan a la amistad (Proverbios 17:17; 27:9; 1 Tesalonicenses 5:11), pero el versículo de hoy habla de una especial circunstancia en la que el verdadero amigo continúa su labor consoladora, aun cuando el afligido haya abandonado el temor de Dios.
En su poesía, Job expresa la experiencia adversa de sus amigos hacia él: son como “las corrientes impetuosas que bajan turbias por el deshielo y mezcladas con la nieve, que al tiempo del calor se secan, y al calentarse desaparecen en su cauce” (vers. 15-17). También dice que esos amigos tienen miedo a ayudarlo (vers. 21). Están presentes solo cuando es conveniente.
Así ocurre en situaciones, incluso en comunidades religiosas, cuando un miembro se aleja de la presencia del Señor. Los demás lo culpan, lo rechazan y, desde luego, no lo consuelan. Tal vez tengan miedo a «contaminarse» con la presencia del pecador o de tener que contestar las dudas que el desertor pueda tener. Quizá teman que Dios vaya a abandonarlos por estar en terreno «peligroso». ¡Nada más lejos de la realidad! Jesús recibía a los pecadores y comía con ellos. Jesús invitó personalmente a Leví Mateo, un odioso publicano.
Prueba hoy a ofrecer tu consuelo a alguien que lo necesite. No mires si es justo o pecador o si está o no de acuerdo con tus ideas. Responde a la invitación que Dios te hace de apoyar a tu prójimo. Encontrarás amistad y satisfacción al hacer lo que el Señor te pide.