Martes 3 de Diciembre – HIMNOS ALEGRES Y SOLEMNES – DM. Adultos

HIMNOS ALEGRES Y SOLEMNES

“Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:19).

La familia de Elena y Jaime White valoraba la música. Jaime acostumbraba cantar mientras caminaba hacia el púlpito, antes de predicar, y los dos hijos más grandes, Henry y Edson, eran músicos.

A la familia White le gustaba cantar en los cultos familiares. Por la mañana, Jaime dirigía las alabanzas, y el himno “Por la mañana” (Himnario Adventista, N° 47) era el más cantado. Al final de cada día, antes de dormir, el himno “Dulce oración” (Himnario Adventista, N° 376) siempre se repetía.

“Cariñoso Salvador” (Himnario Adventista, N° 421), de Charles Wesley, era el favorito de la señora Elena de White. En su diario, el 15 de julio de 1892, ella registró las estrofas de este himno para referirse a la experiencia que tuvo al preparar el libro El Deseado de todas las gentes.

Los himnos acompañaron a la mensajera del Señor hasta el fin. Poco tiempo antes de su muerte, un sábado, familiares y amigos se reunieron para cantar himnos que les trajeran paz y les renovaran la esperanza. Cuando cantaron el himno “Hay un mundo feliz más allá” (Himnario Adventista, N° 316), Elena se unió a ellos acostada en su cama y, con voz débil y trémula, balbuceó: “Yo ya veo una tierra feliz, donde iré para siempre a morar…”

Así como Elena de White y su familia, y “así como los israelitas cuando andaban por el desierto alegraron su camino con la música del canto sagrado, Dios invita a sus hijos de hoy a alegrar por el mismo medio su vida de peregrinaje” (El evangelismo, p. 498).

Elena de White recomendó cómo podríamos hacer esto: “Llamen en su auxilio los instrumentos musicales, si eso es posible, y asciendan hacia Dios las gloriosas armonías como una ofrenda aceptable” (ibíd., p. 507). Deben ser “himnos con música apropiada para la ocasión, no de notas fúnebres, sino alegres y, con todo, melodías solemnes” (ibíd., p. 510).

Necesitamos alimentar el corazón con la música, pues trae la atmósfera celestial más cerca de la Tierra y graba mensajes espirituales en el corazón. Sin embargo, no podemos descuidarnos, pues “Satanás convertirá la música en una trampa” (Mensajes selectos, t. 2, p. 45).

Cuando lleguemos al cielo, conoceremos la “música que alguna vez percibieron los oídos mortales, invitándolos a entrar” (Mensajes selectos, t. 3, p. 305). Mientras ese día no llega, cantemos sobre nuestra esperanza, que muy pronto será una realidad.

Radio Adventista

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