«Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo ». (Jeremías 29:11)
La reflexión para este día surgió de un recuerdo de mi infancia. Por un tiempo mis padres decidieron trasladarse a una zona rural de mi país, con la finalidad de que mi hermano y yo creciéramos en un ambiente natural. Una tarde, mi padre, junto con otros hombres, intentaban sacar el automóvil de un lodazal que había formado la lluvia. La faena era intensamente y estaba resultando frustrantemente infructuosa; todos los intentos eran en vano. Cuando, desde el interior del vehículo, alguien pisaba el acelerador, las ruedas daban vueltas y vueltas, esparciendo lodo en todas direcciones. Pero el auto no se movía ni un ápice de su lugar.
Tomo esta imagen de mi recuerdo para hacer una aplicación espiritual: Estar atascada en el «lodazal espiritual» puede ser devastador. No importa cuántos intenten ayudarte a salir de él; la tarea parece imposible. Los pecados no confesados, el sentimiento de culpa y los episodios traumáticos que marcan tu historia pueden hacer que te quedes atascada en el «lodazal de la autocompasión», sintiéndote lejos de Dios e indigna de su perdón. Es en estas condiciones cuando se esparce enojo, amargura, rencor y resentimiento por todos lados. Lodo, lodo y más lodo.
En este punto de la reflexión, es consolador recordar que el amor de Dios es incondicional y eterno. ¡Es posible que algunas condiciones de tu vida pasada o presente te hagan sentir que estás atascada y lo manifiesta en expresiones tales como «¡no puedo olvidar!», «No puedo perdonar!», «¡Tengo la culpa!», Entre muchas otras. Pero eso no es cierto, no te creas todo lo que piensas. No se trata de olvidar, se trata de recordar sin que duela; haz el trabajo sobre el dolor, no sobre el olvido. Puedes perdonar, puedes avanzar, da igual si la culpa fue tuya o ajena.
Amiga, tú eres la única que puede hacer algo respecto a la realidad que impide crecer y desarrollarte como persona y como hija de Dios. «Se puede transformar una tragedia en un triunfo personal, y la propia desgracia en un logro humano» (V. Frankl). ¡Esto sí puedes creértelo! Sal del atasco y persevera; tu esfuerzo se verá reforzado por el poder de Dios. Rescata lo bueno y lo mejor de tu pasado y úsalo como un recurso para vivir el presente.