NOS ESPERAN DURAS PRUEBAS
«Ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada». Apocalipsis 13: 12
LA VISIÓN DE ZACARÍAS con referencia a Josué y el ángel se aplica especialmente a la experiencia del pueblo de Dios durante la terminación del gran día de expiación. La iglesia remanente será puesta en grave prueba y angustia. Los que guardan los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús sentirán la ira del dragón y de sus seguidores. Satanás considera a los habitantes del mundo súbditos suyos; ha obtenido el dominio de las iglesias apóstatas; pero ahí está ese pequeño grupo que resiste su supremacía. Si él pudiese borrarlo de la tierra, su triunfo sería completo. Así como influyó en las naciones paganas para que destruyesen a Israel, pronto incitará a las potestades malignas de la tierra a destruir al pueblo de Dios. Todo lo que se requerirá será que se rinda obediencia a los edictos humanos en violación de la ley divina. Los que quieran ser fieles a Dios y al deber serán amenazados, denunciados y proscritos. Serán traicionados por «padres, y hermanos, parientes, y amigos» (Luc. 21: 16).
Su única esperanza se cifra en la misericordia de Dios; su única defensa será la oración. Como Josué intercedía delante del ángel, la iglesia remanente, con corazón quebrantado y fe ferviente, suplicará perdón y liberación por medio de Jesús su Abogado. Sus miembros serán completamente conscientes del carácter pecaminoso de sus vidas, verán su debilidad e indignidad, y mientras se miren a sí mismos, estarán por desesperar. El tentador estará listo para acusarlos, como estuvo listo para resistir a Josué. Señalará sus vestiduras sucias, su carácter deficiente. Presentará su debilidad e insensatez, su pecado de ingratitud, cuán poco semejantes a Cristo son, lo cual ha deshonrado a su Redentor. Se esforzará para espantar las almas con el pensamiento de que su caso es desesperado, de que nunca se podrá lavar la mancha de su contaminación. Esperará destruir de tal manera su fe que se entreguen a sus tentaciones, se desvíen de su fidelidad a Dios, y reciban la marca de la bestia.
Satanás insiste delante de Dios en sus acusaciones contra ellos, declara que por sus pecados han perdido el derecho a la protección divina y reclama el derecho de destruirlos como transgresores. Los declara tan merecedores como él mismo de ser excluidos del favor de Dios. «¿Son estos —dice —, los que han de tomar mi lugar en el cielo, y el lugar de los ángeles que se unieron conmigo?».— Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 447-448.