JEZABEL
LA PEOR MADRE DEL MUNDO
¿Qué paz puede haber con las fornicaciones de Jezabel, tu madre, y sus muchas hechicerías? 2 Reyes 9:22 (RV95).
En 2017 se cumplió el centenario del nacimiento de una poetisa española. Tuve la oportunidad de asistir a una exposición en su honor y leer algunas de sus obras. En sus textos, ella manifiesta que se sentía como una criada porque su madre le asignaba el aseo de toda la casa. Esto trajo a mi mente una especie de carta titulada La madre más mala del mundo, donde una hija se quejaba de las labores que su madre la obligaba a hacer y otras amigas no hacían; pero cuando crece, decide seguir el ejemplo de su madre para convertirse en la madre más mala del mundo”, pues gracias a eso, se convirtió en una persona de bien.
No se puede decir lo mismo de los hijos de Jezabel. Todos tuvieron un final violento, ya que vivieron como ella. De Ocozías se dice que “hizo lo que ofende al Señor, porque anduvo en los caminos de su padre y de su madre” (1 Reyes 22:52, NVI). El mismo Elías lo recriminó: “¿Acaso no hay Dios en Israel a quien puedas consultar?” (2 Reyes 1:16, NVI), pues había mandado a unos mensajeros a consultar a Baal-zebub, dios de Ecrón, acerca de su salud. Ocozías murió conforme a la Palabra de Dios, y como no tenía hijos, su hermano Joram ascendió al trono.
Joram fue reprendido por el profeta Eliseo, que le dijo: “¿Qué tengo yo que ver contigo? ¡Vete a los profetas de tu padre y a los profetas de tu madre!” (2 Reyes 3:13). Este monarca fue asesinado por Jehú, un oficial de su ejército, después de dirigirle las palabras del texto bíblico de hoy (2 Reyes 9:22). Luego fue a cumplir las palabras de Elías y mató a Jezabel, quien murió orgullosa de ser adoradora de Baal, asesina, dictadora, genocida, narcisista, soberbia. Años más tarde, murió su hija Atalía quien, obsesionada por el poder, mató a los miembros de su familia, ¡aun a niños!, a fin de reinar en solitario (2 Reyes 11).
El tiempo revelará “la extensa influencia resultante de la educación de los hijos como cumplimiento de la responsabilidad que Dios ha encomendado a los padres” —CN, 13.
¡Que Dios nos ayude a llevar a los niños a Jesús! –GM