Martes 28 de febrero Matutina para Adultos, “La intercesión de Cristo”

«Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro». Hebreos 4: 16

EL SANTUARIO CELESTIAL es el centro mismo de la obra de Cristo en favor de los seres humanos. Es relevante para toda la raza humana. Nos revela el plan de la redención, nos conduce hasta el fin mismo del tiempo y anuncia el triunfo final de la justicia sobre el pecado. Es de vital importancia que todos estudiemos a fondo este tema, y que estemos siempre listos a dar respuesta a todo aquel que nos pida «razón de la esperanza» que hay en nosotros (1 Ped. 3: 15).

La intercesión de Cristo por la humanidad en el santuario celestial es tan vital para el plan de la salvación como lo fue su muerte en la cruz. Con su muerte dio inicio a aquella obra para cuya conclusión ascendió al cielo después de su resurrección. Por la fe debemos entrar «donde Jesús entró por nosotros como precursor» (Heb. 6: 20). Allí se refleja la luz de la cruz del Calvario; y allí podemos obtener una comprensión más clara de los misterios de la redención. La salvación del ser humano se obtuvo a un precio infinito para el cielo; el sacrificio hecho corresponde a las más amplias exigencias de la ley de Dios quebrantada. Jesús abrió el camino que lleva al trono del Padre, y por su intercesión pueden ser presentados ante Dios los deseos sinceros de todos los que a él se allegan con fe. [… ]

Estamos viviendo ahora en el gran día de la expiación. Cuando en el servicio simbólico el sumo sacerdote hacía la propiciación por Israel, todos debían afligir sus almas arrepintiéndose de sus pecados y humillarse ante el Señor, si no querían verse separados del pueblo. De la misma manera, todos los que desean que sus nombres se mantengan inscritos en el libro de la vida, deben ahora, en los pocos días que les quedan de este tiempo de gracia, afligir sus almas ante Dios con verdadero arrepentimiento y dolor por sus pecados. Hay que escudriñar sinceramente el corazón. Hemos de eliminar de nuestras vidas el espíritu frívolo al que se entregan tantos cristianos profesos. A todos aquellos que quieran someter los malos deseos que tratan de dominarlos les espera una ardua lucha. La obra de preparación es individual. La salvación no es colectiva. La pureza y la devoción de uno no suplirán la falta de estas cualidades en otro. Si bien todos debemos afrontar el juicio ante Dios, él examinará cada caso de un modo tan minucioso como si no hubiese otro ser en la tierra.— El conflicto de los siglos, cap. 29, pp. 479-481.

Radio Adventista

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