El Señor me quitó de andar tras el ganado, y me dijo: «Ve y profetiza a mi pueblo Israel» (Amós 7: 15).
GRACIELA, COMO DIRECTORA DEL MINISTERIO DEL NIÑO, Y Anahí como directora de Adolescentes, se propusieron acompañarme dando una serie de evangelismo para niños, mientras yo daba un Seminario de Profecías a los adultos. Prepararon regalos a modo de incentivo, cuadernos para colorear y motivaron a otras damas de la iglesia para que les ayudesen a lo largo de los dos meses que duraría el seminario. Fue emocionante ver cómo Dios las condujo, ya que un grupo de 25 a 30 niños fue el promedio diario de asistencia y finalizaron con éxito la serie evangélica de menores.
Todos los que hemos recibido el evangelio y aceptado a Cristo como Salvador tenemos la responsabilidad ante Dios de presentar el mensaje de salvación a otros, sean adultos o niños.
Amós, un pastor de ovejas que vivió en el 780 a. C., debe dejar sus actividades pastoriles para llevar a cabo un mensaje a amonestación, juicio y arrepentimiento a las tribus israelitas del Norte. Muchos rechazaron su mensaje, ya que la idolatría impulsada por el rey Jeroboam parecía tener más influencia que su mensaje. Pero Amós, lejos de desanimarse, continuó amonestando con su voz y con la pluma. Amasías, un sacerdote apóstata que oficiaba en Bet-el, procuro impedir que el profeta predicara en Samaria, pero con el valor que procede de Dios, Amós perseveró y culminó la tarea que se le había dado.
A fin de que los adventistas no paremos de realizar nuestra labor misionera, Elena G. White escribió: «El plan de celebrar estudios bíblicos es una idea de origen celestial. Muchos son los hombres y mujeres que pueden dedicarse a este ramo del trabajo misionero. Pueden desarrollarse así obreros que serán poderosos para Dios. Por este medio la Palabra de Dios ha sido dada a millares; y los obreros se han puesto en contacto personal con personas de todas las naciones y lenguas. La Biblia penetra en las familias, y sus verdades sagradas penetran en la conciencia» ( Servicio cristiano , p. 176).
Cada adventista debe ser un soldado de Cristo en la difusión del evangelio. Al iniciar este día de tareas y actividades, encomiéndate a Dios a fin de que su Santo Espíritu te utilice para que tu voz lleve esperanza, consuelo y salvación.