UNA CITA DIARIA CON DIOS
«Jehová dijo a Moisés: “Mira, yo os haré llover pan del cielo. El pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley o no”» (Éxodo 16: 4).
MIENTRAS LOS ISRAELITAS caminaban por el desierto, Dios les enviaba el maná muy temprano en la mañana y no podía ser guardado para el día siguiente. Este es un hecho interesante. La Biblia relata que aquellos que guardaron para el día siguiente, se encontraron con que el alimento se había echado a perder. Mediante esta historia, Dios desea enseñarnos algo: así como el maná no se podía guardar para otro día, a menos que fuera viernes, también el alimento de la Palabra de Dios tiene que ser diario, porque él nos espera cada día para encontrarse con nosotros. El alimento espiritual no es acumulable, de nada se aprovecha si nos alimentamos de vez en cuando y pasamos días enteros sin haber tenido un encuentro con el Creador.
El pan que desciende del cielo está servido en la mesa todos los días para que nos alimentemos adecuadamente. Jesús, en el Padrenuestro, dijo: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy» (Mateo 6: 11). Se necesita diligencia para obtener ese pan, hay que recogerlo laboriosamente. Cada día, durante 40 años, el pueblo de Israel fue alimentado diariamente; de la misma manera, las bendiciones de Dios se renuevan cada mañana.
Pero no solamente podríamos hacer una aplicación espiritual, sino también una material. Este episodio nos muestra además que la misma sabiduría, el mismo poder y la misma bondad que en aquella ocasión hicieron descender del cielo el maná, están presentes en el constante curso de la naturaleza, para producir el alimento de la tierra.
Llenad vuestro corazón con las palabras de Dios. Son el agua viva que apaga vuestra sed. Son el pan vivo que descendió del cielo. Jesús declara: «A menos que comáis la carne del Hijo del hombre, y bebáis su sangre, no tendréis vida en vosotros». Y al explicarse dice: «Las palabras que yo os he hablado espíritu y vida son». Nuestros cuerpos viven de lo que comemos y bebemos; y lo que sucede en la vida natural sucede en la espiritual: lo que meditamos es lo que da tono y vigor a nuestra naturaleza espiritual (E. G. White, El camino a Cristo, pág. 88).
Jesús es nuestro pan del cielo y si nos alimentamos a diario, nuestro amor se fortalecerá.