LUIS BRAILE
Hijos, obedezcan a sus padres porque ustedes pertenecen al Señor, pues esto es lo correcto. Efesios 6:1.
Desde lugares muy apartados venía la gente para pedir a Simón Braille que les hiciera sus arneses y monturas para sus caballos. Para su hijito Luis, de tres años de edad, su taller en Coupvray, Francia, era un campo de juego sumamente atractivo, lleno de retazos de cuero y piel.
Un día, Luis le dijo a su padre:
-Voy a hacer un arnés, papá; ¿me prestarías la lezna? La necesito para hacer los agujeros.
-Está muy filosa, hijo -le respondió el señor Braille mientras movía negativamente la cabeza-. Podrías lastimarte.
-Por favor, papá -insistió el niño-. Te prometo tener mucho cuidado. -No -le respondió en tono firme su padre-. Estas herramientas son muy peligrosas para los niños. ¡Prométeme que nunca jugarás con ellas!
-Lo prometo -dijo Luis de mala gana, aunque en su corazoncito aún ardía el deseo de hacer un arnés.
Un día se le presentó su oportunidad. Papá estaba afuera atendiendo a un cliente. Mamá se encontraba en la cocina. Podía ver la lezna en el lugar donde la había dejado su padre en la mesa de trabajo. El niño arrimó una silla a la mesa y logró alcanzar la herramienta.
Tomando el instrumento con sus dos manitas regordetas, trató de hacer un agujero en un pedazo de cuero, pero a duras penas lo marcó. Se apoyó con más fuerza sobre el punzón. Repentinamente la herramienta se le resbaló de las manos. Luis perdió el equilibrio y cayó hacia adelante. El instrumento puntiagudo perforó uno de sus ojos.
-¡Papá, papá! -gritó Luis con desesperación, mientras le brotaba la sangre del ojo herido empapando su carita y la camisa.
El señor Braille entró corriendo al taller y, con temor, vio lo que había sucedido. Tomando al pequeño Luis en los brazos, salió corriendo hacia la casa del médico más cercano. Pero nada pudo hacer para salvarle los ojos al niño. Quedó totalmente ciego.
Más adelante, Luis llegó a ser maestro de una escuela para ciegos. Él fue quien inventó el abecedario de puntitos en alto relieve, mediante el cual las personas ciegas pueden leer libros: el sistema Braille de lectoescritura. Pero aquella trágica mañana Luis tenía solo un pensamiento en mente: -Papá, lo siento: fui un niño malo -dijo entre sollozos- Nunca más tocaré tus herramientas.