LA VICTORIA A TRAVÉS DE LOS MÉRITOS DE CRISTO
«Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados». 1 Corintios 15: 22
EL COSTO QUE se ha pagado para liberarnos de la esclavitud del pecado ha sido inmenso. […] No podremos entender el valor del alma humana hasta que comprendamos el gran sacrificio que se hizo en el Calvario para redimirla. El pecado de Adán en el Edén sumió a la raza humana en la miseria y la desesperación. Pero el plan de salvación proporcionó una vía para que todos podamos escapar de la condenación. En virtud del sacrificio del Hijo de Dios se nos ha concedido una segunda oportunidad. Tenemos una batalla que pelear y solo podemos salir airosos de ella por medio de los méritos de la sangre de Cristo.
Dios vio que era imposible que por nuestras propias fuerzas lográramos la victoria. Desde la caída, cada generación de seres humanos es más débil que la anterior, por lo que sin la ayuda de Cristo no podremos resistir el mal de la intemperancia. Cuán agradecidos debiéramos estar de contar con un Salvador que aceptó deponer las investiduras reales de su manto y su trono para revestir su divinidad de humanidad y llegar a ser un «varón de dolores, experimentado en sufrimiento» (Isa. 53: 3). […]
Después de su bautismo en el Jordán, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Cristo comenzó la obra de la redención en el mismo lugar donde había comenzado la ruina [de la raza humana], y el futuro bienestar del mundo dependía de la batalla librada por el Príncipe de la vida en el desierto. Gracias a Dios que él salió victorioso en el mismo terreno en que Adán fue derrotado. Satanás se retiró del campo de batalla derrotado. Esta victoria nos garantiza que por la ayuda divina podemos salir victoriosos en nuestro conflicto con el enemigo. [… ]
Satanás consideró que todo el poder de este planeta caído estaba en sus manos. Pero en Cristo encontró a alguien capaz de resistir sus tentaciones. Las palabras de Cristo son: «Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí» (Juan 14: 30) […]. Ahora la pregunta es: ¿Tomaremos ventaja de la situación y saldremos más que vencedores por medio de aquel que nos amó?.— El Cristo triunfante, p. 217.