VERDAD PROGRESIVA
“Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano” (Salmo 37:23, 24).
Desde el comienzo, Dios guio al Movimiento Adventista de manera progresiva. Entre errores y aciertos, estudio y oración, discusión humilde y búsqueda fervorosa, la luz fue siendo revelada de manera más plena. El Señor afirmó los pasos de su pueblo.
La primera gran equivocación fue la marcación de una fecha para la segunda venida de Cristo. Sin duda alguna, solamente el Padre sabe el día y la hora del regreso de Jesús (Mat. 24:36). A pesar de eso, los adventistas se prepararon para encontrarlo el 22 de octubre de 1844. Dios, sin embargo, transformó la vergüenza y el fracaso en victoria. La frustración llevó a los pioneros a recomenzar de cero y a reestructurar todo el mensaje.
La segunda equivocación fue la doctrina de la puerta cerrada. Nuestros pioneros creían que la puerta de la salvación había sido cerrada el 22 de octubre de 1844. Para ellos, únicamente aquellos que se habían comprometido con el retorno de Jesús hasta aquella fecha serían salvos. Por este motivo, decidieron concentrar su trabajo entre los milleritas. Dios transformó, también, esa equivocación en bendición. Mientras estuvieron encerrados en sí mismos, tuvieron tiempo para estudiar, dialogar y orar más ampliamente y, a partir de esto, estructuraron un estilo de vida, organizaron la iglesia y maduraron en su comprensión sobre la misión.
La tercera equivocación fue el antitrinitarianismo. Los pioneros adventistas no tenían la comprensión de la Trinidad formada por Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, tal como la tenemos hoy. Joseph Bates, Uriah Smith, John Andrews y otros pioneros no comprendían ese tema. Sin embargo, como en otras áreas, el estudio, el diálogo y la oración nos llevaron a la verdad. Rescatamos la Trinidad como uno de los pilares de la fe cristiana. Una vez más, el Señor transformó el error en bendición.
La historia de la iglesia deja en claro que cuando Dios está en el comando, la iglesia puede tener fallas y cometer equivocaciones, pero él siempre levanta a sus hijos y afirma sus pasos. Todos estamos sujetos a errar en nuestro caminar cristiano. Por ese motivo, tómate de la mano de Dios y mantente humilde, pues “la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Prov. 4:18).