ROMPER EL MURO
“Si reconocen que Jesucristo es justo, reconozcan también que todo el que practica la justicia ha nacido de él” (1 juan 2:29, NVI).
Esa fue la tercera y última marcha desde Selma hasta Montgomery, en Ala- bama, Estados Unidos. La primera, conocida como el “domingo sangriento”, dejó un tendal de heridos. Por un lado estaban Martin Luther Kingjr. y otros líderes del movimiento por los derechos de las personas de color en Estados Unidos. Por el otro, las fuerzas del Estado de Alabama, junto con un buen grupo de ciudadanos, que se les unieron. Dado que Luther King Jr. abogaba por una protesta pacífica, quienes atacaron fueron las tropas estatales. Las personas de color recibieron tal paliza sin siquiera defenderse (es ¡cónica una foto que recorrió el mundo, en la que aparecía Amelia Boynton, defensora de los derechos de los negros, inconsciente en el piso, sobre un puente) que, por primera vez, la opinión mayoritaria se inclinaba hacia la lucha de los negros.
La segunda marcha no pudo realizarse por la restricción de un juez. En la tercera, realizada el 21 de marzo de 1965, más de tres mil personas marcharon junto con Martin Luther King Jr., el rabino Abraham Joshua Heschel, y muchos otros líderes religiosos y sociales. Fue cubierta por medios mundiales y, finalmente, logró que se votara la ley a favor del sufragio universal de todos los ciudadanos estadounidenses, sin importar su raza. Esta es considerada la legislación más importante de los Estados Unidos en materia de derechos civiles.
A lo largo de los siglos, el pecado ha erigido muros de separación entre los seres humanos. Ha llevado a que el hombre degrade a sus hermanos de sangre hasta el punto de volverlos bestias de carga. La discriminación, la segregación, la victimización y otras formas de violencia social marcaron la historia de este mundo de pecado.
Pero cuando Cristo vino a morir por nosotros, deshizo las obras del diablo. Al delinear el Reino que acaba de inaugurar en el Sermón del Monte (Mat. 5-7) Cristo afirmó que debemos pagar con bien al mal. Además, afirmó que la mayor muestra de amor es dar la vida por sus amigos, no quitarla. Y Juan, definidamente, remarca: “El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar” (1 Juan 2:9,10, NVI).
Hoy, procura vivir bajo el principio del amor que incluye, dignifica, restaura y se da a sí mismo por los demás. Nadarás contra la corriente de este mundo, pero estarás siguiendo los pasos de tu Maestro.