«Alabad a Dios en su santuario; alabadlo en la magnificencia de su firmamento»(Salmo. 150:1, RV95).
El Rosh Hashaná es la celebración del año nuevo judío, que se lleva a cabo en la misma fecha de la Fiesta de las Trompetas y que festeja el día en L es que Dios creó el mundo. Para esta conmemoración, se utiliza un instrumento muy peculiar llamado shofar, traducido en la Biblia a veces como «trompeta», a veces como «cuerno» o «bocina». Por eso, otra de las formas en que se conoce esta fecha es el «Día del Toque del Shofar».
El shofar es un instrumento ceremonial de viento utilizado por los hebreos desde hace más de tres mil años. Se elabora con el cuerno de un animal puro (como el carnero, la cabra, el antílope o la gacela), vaciándolo por dentro. El sonido de este instrumento es un llamado a hacer balance del año anterior y a meditar, hacer autoanálisis y decidir emprender el nuevo año por el camino de la justicia. Es interesante que la persona que toca el shofar (shofarista) tiene que tener dos requisitos: 1) ser un estudioso de la Torá y 2) y ser temeroso de Dios.
Estos dos requisitos son la base de todo espíritu de alabanza. Porque es a través del estudio de la Biblia como conocemos a Dios y vamos descubriendo el tipo de alabanza que le gusta recibir de parte de sus criaturas; y es el temor de Dios el que nos da el verdadero sentido de su grandeza y nuestra pequeñez. Pero para alabar a Dios no necesitamos instrumentos sofisticados; ni tenemos por qué saber música. Nuestra voz, elevada a él con un sentido claro de devoción, es una alabanza perfectamente válida.
«El canto, como parte del servicio religioso, es tanto un acto de culto como lo es la oración. El corazón debe sentir el espíritu del canto para darle expresión correcta» (Patriarcas y profetas, cap. 58, p.584). Y el canto no es algo vacío que no lleva a ninguna parte, sino que nos debe inspirar a nosotras a hacer balance, meditar, autoanalizarnos, pedir al Señor ayuda y dirección, y darle gracias por todo lo que ha hecho por nosotras en el pasado.
Amiga, tienes en tus manos un shofar, que es tu propia voz; y tú misma eres un instrumento vivo que puede dar alabanza a Dios. Canta con entusiasmo, en público y en privado, de tal forma que contagies a otros y glorifiques a Dios con tu canto.