Martes 20 de Septiembre – Odio racial – Devocional para Jóvenes

Las cartas enviadas por medio de correos a todas las provincias del rey ordenaban destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, y de apoderarse de sus bienes (Ester 3: 13).

A TRAVÉS DE AMÁN, UN PODEROSO HOMBRE DE LA CORTE DE ASUERO, se planeó la aniquilación total del pueblo judío. Las Escrituras señalan el odio extremo que manifiesta este oficial al utilizar los verbos «destruir», «matar» y «exterminar». Sin temor a equivocarme, puede verso un plan diabólico detrás de Amán, que intentó borrar de la tierra al pueblo que Dios había escogido para ser receptor del Mesías.

Por una acción decidida de la reina Ester, el plan genocida de Amán se frustró, pero el odio que Satanás continuó teniendo hacia el pueblo judío se proyectó a través de los siglos.

Durante la Segunda Guerra Mundial millas de hombres y mujeres se abandonaron manipular para «destruir», «matar y exterminar» a los judíos europeos. Lo más triste de todo, es que mientras se llevaba a cabo la deportación de millas de judíos para los campos de concentración, Pío XII y los líderes de la Iglesia Católica mostraron una cruel indiferencia.

A través de una exhaustiva obra de investigación, Daniel J. Goldhagen expone el antisemitismo católico durante esa época y acentúa la gravedad del hecho, ya que esa frialdad partió desde la cúpula eclesiástica, «Los dirigentes, ya sean políticos o religiosos, tienen una mayor responsabilidad de actuar moralmente; por ejemplo, de defender a los que necesitan protección. Aceptan esa responsabilidad cuando asumen cargos importantes en la vida pública. Están diciéndoles a los demás que merecen ser líderes de su comunidad espiritual o política porque son personas de las que se puede esperar que hagan lo mejor para los intereses de los demás y que obren correctamente […] Tienen la vocación de actuar bien. De manera que es perfectamente correcto esperar más de las jerarquías de la Iglesia que de los católicos corrientes, y condenarlas con más rigor por sus malas acciones» (La Iglesia Católica y el Holocausto: una deuda pendiente , p. 138)

En tu caso, ¿odias a otros porque son diferentes? ¿Te sientes molesto cuando tu ciudad se llena de inmigrantes ilegales? ¿Sueles discriminar por diferencia: raciales? ¿Desprecias a los indigentes? ¿Hablas despectivamente de los presos? Si has respondido afirmativamente alguna de estas preguntas, recurre a Jesús para que su amor convierta tu corazón y te permita amar como lo hizo Jesús.

Radio Adventista

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