LA SEMANA DE LA CREACIÓN
«Y fue la tarde y la mañana del primer día». Génesis 1: 5
AL IGUAL QUE EL SÁBADO, la semana tuvo su origen en ocasión de la creación, y se conservó y transmitió a través de la historia bíblica. Dios mismo dio la primera semana como modelo de las siguientes hasta el fin de los tiempos. Como las demás, consistió en siete días literales. Se emplearon seis días en la obra de la creación; y en el séptimo Dios reposó y luego bendijo ese día y lo apartó como día de descanso.
En la ley dada en el Sinaí, Dios reconoció la semana y los hechos sobre los cuales se fundamenta. Después de dar el mandamiento: «Acuérdate del sábado para santificarlo» (Éxo. 20: 8), y después de establecer lo que debe hacerse durante los seis días, y lo que no debe hacerse el séptimo día, Dios presenta la razón por la cual ha de observarse así la semana, recordándonos su propio ejemplo: «Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó» (Éxo. 20: 8-11). Esta razón resulta plausible cuando entendemos que los días de la creación son literales. Los primeros seis días de la semana fueron dados al hombre para su trabajo, porque Dios empleó el mismo período de la primera semana en la obra de la creación. En el sábado el ser humano ha de abstenerse de trabajar, en memoria del reposo del Creador.
Pero la suposición de que los acontecimientos de la primera semana requirieron miles y miles de años, ataca directamente los fundamentos del cuarto mandamiento. Representa al Creador como si estuviera ordenando que observáramos una semana de días literales como recordativo de largos e indefinidos períodos. Esto difiere del método que él usa en su relación con sus criaturas. Hace misterioso e indefinido lo que él ha hecho muy claro. Es incredulidad en la forma más insidiosa y, por lo tanto, más peligrosa; su verdadero carácter está disfrazado de tal manera que la sostienen y enseñan muchos que dicen creer en la Sagrada Escritura.
«Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos; y todo el ejército de ellos, por el aliento de su boca. […] porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió» (Sal. 33: 6, 9). La Sagrada Escritura no reconoce largos períodos en los cuales la tierra fue saliendo lentamente del caos. Acerca de cada día de la creación, las Santas Escrituras declaran que consistía en una tarde y una mañana, como todos los demás días que siguieron desde entonces. Al fin de cada día se da el resultado de la obra del Creador.— Patriarcas y profetas, cap. 9, pp. 89-90.