Alegrate, joven; aprovecha tu juventud. Bríndale placer a tu corazón mientras dure tu adolescencia. Déjate llevar por conde tu corazón y tus ojos quieran llevarte. Pero debes saber que de todo esto Dios te pedirá cuentas (Eclesiastés 11:9).
LOS JÓVENES EN LA ACTUALIDAD están rodeados de todo un mundo destinado a llamar la atención de sus sentidos ya brindarle todo tipo de placeres. La música, los juegos, el cine, la TV, internet, los bailes, los deportes, una sexualidad sin límites, los espectáculos teatrales y muchas otras actividades tienen el propósito de atraer con fuertes lazos a quienes están comenzando la vida. Satanás sabe que, si logra subyugar a los jóvenes del presente, tendrá dentro de sus redes a los adultos del futuro.
Desde hace algunas décadas este ataque que el enemigo realiza sobre los jóvenes muestra sus frutos en la sociedad. Las calles de las grandes ciudades se han vuelto peligrosas. Los colegios, las plazas, los clubes y los lugares públicos son una ruleta rusa, porque a manos de jóvenes violentos e iracundos, se vive en constante inseguridad. «Los medios de comunicación hoy nos acercan la novedad permanente de jóvenes que llevan armas a la escuela, de ataques contra docentes, de abuso de menores por parte de estos, de verdaderos combates entre compañeros producidos a la salida y originados en diferencias marcadas dentro y que terminan con agresiones de gravedad insospechada o incluso con la muerte» (José E. Abadi, Los miedos de siempre: los terrores de hoy , p. 63).
Este desenfreno juvenil distinguido por la violencia, llevó a hombres y mujeres cristianos a reprender y amonestar a aquellos que se aventuraban a deshonrar los principios sostenidos por las Escrituras. No es tarea fácil ayudar a los jóvenes para que ignoren las tentaciones mundanas y opten por seguir el evangelio de la paz.
Las palabras de Salomón en el versículo de hoy son impresionantes y nos dejan una gran enseñanza. Él no se molesta en irritar, en hacer sentir mal o en reprochar las conductas juveniles, sino que a través de su mensaje trata de elevar la mente de los jóvenes al Juez Eterno, a Aquel que tiene todo el poder para convencer «de pecado, de justicia y de juicio» (Juan 16:8). Por lo tanto, imitamos a nosotros al gran sabio de todos los tiempos, para que al tratar con los jóvenes puedan sentirse atraídos a Cristo y su conducta sea la de verdaderos cristianos.