DEBER
“Mujer, he ahí tu hijo”. Después dijo al discípulo: “He ahí tu madre!” Juan 19:26,27.
Ante la cruz de Cristo está María, la mujer que arrulló su sueño, que lo enseñó a caminar, que lo instruyó en la Ley. Y Jesús se apiada de ella.
¿Qué va a ser de su madre, viuda y desamparada? Las mujeres eran representadas por hombres ante la sociedad hebrea, y ya no está José, su gentil esposo, y ya no estará su amado Hijo.
Jesús se compadece de esa mujer que llora desgarradoramente, y señalando a Juan, el discípulo fiel, le dice: “Mujer, he ahí tu hijo”.
María mira el rostro de Juan, que entre sollozos esboza una sonrisa. Luego Jesús le dice a Juan: “He ahí tu madre”.
Jesús no ha venido a quebrantar la Ley. En la cruz, se acuerda del quinto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre (Éxo. 20:12), y cumple con el deber filial. Juan adopta a María como madre, y ella lo adopta como hijo. Ni siquiera los clavos, ni siquiera la cruz, pueden impedirle a Jesús proveer para todos. Ahora ha provisto para su madre.
El tierno acto de amor filial de Jesús abre una nueva vía de socorro para los necesitados: la iglesia, un grupo unido por el Espíritu Santo, comprometido con los menos favorecidos. El acto de provisión de Jesús en favor de María nos dice que no basta con ser bautizado, ni basta con decirle “Pobrecito” al hermano que sufre, al que enferma, al que cae en prisión. Nos dice que no basta con una oración piadosa. Porque después viene el adiós, y luego el olvido. Desde la cruz, Jesús mira a los creyentes como familia. Él trajo a la tierra este nuevo parentesco.
Cierta vez algunos fueron a interrumpirle mientras atendía a la gente, y le dijeron: “Tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar”. Él replicó: “¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?” Y señalando a sus discípulos, dijo: “He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre” (Mat. 12:47-50).
Tal es el parentesco de la fe. Miremos a la cruz y aprendamos a amar a. nuestros hermanos en la fe.