MARÍA Y MARTA
LA COMUNICACIÓN
Manantial de vida es la boca del justo; pero violencia cubrirá la boca de los impíos. Proverbios 10:11.
Llegamos al matrimonio pensando en gozar de una felicidad duradera, pero la tasa de divorcios en los Estados Unidos y en muchos otros países ronda el 50 por ciento. Muchas son las causas del divorcio, pero la base de casi todas las causas es la misma: la falta de comunicación o una comunicación deficiente.
Siempre estamos enviando mensajes; lo hacemos por medio de palabras, gestos y actitudes. Pero para que un mensaje sea efectivo debe haber un receptor. El problema es que a veces uno u otro, o ambos fallan. Así, un mensaje bien enviado puede ser no captado o solo parcialmente, y al revés, el mensajero falla en su emisión. Esto da lugar a un problema de comunicación que terminará en un acto fallido.
Luego de su ardua jornada, Jesús va a casa de Marta y María para descansar. Marta se ocupa de las tareas del hogar, tal vez una comida especial, arreglar la habitación de la manera más confortable, todo con el objetivo de agasajar a su Amigo que la visita. María, entre tanto, se sienta a los pies del Maestro a escucharlo. Absorta en su conversación con él, no se percata de lo que está aconteciendo a su alrededor. Marta revolotea de aquí para allá, arreglando esto y aquello, limpiando, corriendo por todo, revolviendo la comida para que no se queme. María sigue absorta, como si el tiempo no pasara. Y la reacción no se hace esperar. En el corazón de Marta empieza a generarse una mezcla de sentimientos negativos: desesperación, impaciencia, molestia, enojo… ¡y termina por explotar! Peor aún, ¡lo hace con la persona equivocada!
¿Te percataste de que Marta no recrimina a su hermana, sino a Jesús? ¡Problema doble de comunicación! Marta pensó que María iba a ayudarla en los preparativos para atender a Jesús, María entendió que primero se sentarían a conversar. Las dos estaban en lo correcto, pero no se comunicaron lo suficiente y generaron un momento de tensión que podría haberse evitado si no hubieran dado por sentado lo que la otra persona sabía qué debía hacer.
Cuántos divorcios podrían evitarse, cuantas relaciones rotas podrían restaurarse, cuántos sinsabores podríamos ahorrarnos si nos comunicáramos mejor de lo que lo hacemos. Que el Señor nos ayude a ser mejores comunicadoras. –AR