TRATO HECHO
“Si realmente escuchas al Señor tu Dios, y cumples fielmente todos estos mandamientos que hoy te ordeno, el Señor tu Dios te pondrá por encima de todas las naciones de la tierra” (Deut. 28: 1).
-El banquero ofrece 400 mil dólares. ¿Trato hecho? -preguntó el moderador.
-Sí -contestó la concursante, animada por su familia.
Pero, rápidamente cambió de opinión y, haciendo caso de las sugerencias de su esposo, exclamó:
-¡No!
“Trato hecho” es un programa televisivo que miro de vez en cuando. Hay 26 maletines con distintas cantidades de dinero, desde cinco centavos hasta 250 mil dólares. Los concursantes eligen un maletín, sin saber lo que contiene. Entonces, van abriendo otros maletines. Al final de cada ronda, el banquero ofrece un trato de acuerdo con la cantidad que queda. Quienes juegan hasta el final sin aceptar la oferta, se llevan la cantidad que dice su maletín, incluso si tiene solo cinco centavos.
La concursante de ese día, al no aceptar ninguna de las ofertas del banquero, finalmente llegó a la decisión crucial. Quedaban solo dos maletines: el que ella había elegido y uno más. Las cantidades que mostraba la pantalla eran cien y un millón de dólares. Nadie tenía la menor pista sobre cuál de los dos maletines contenía la suma envidiada.
La audiencia no podía creer cuando dijo que no a la oferta de 400 mil dólares. Ahora se quedaría con lo que fuera que hubiese en su maletín. ¿Y si su maletín solo tiene cien dólares? me pregunté. ¿No sería sabio de su parte aceptar la oferta? Y de hecho, su maletín solo tenía cien dólares.
-¿Por qué tanta avaricia? – preguntó el moderador-. ¿No te hubiera ido mejor con 400 mil? Si tienes que actuar sobre la base de las sugerencias de tu esposo, ¿por qué no lo dejaste jugar a él?
Las preguntas me hicieron pensar. Dios, en su infinita sabiduría, ha hecho un trato con nosotros. Él dice: “Si me aman y guardan mis mandamientos, yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo. Heredarán la Tierra Prometida y vivirían conmigo para siempre”. Pero somos avaros. A menudo estamos equivocados. Amamos el mundo y los placeres temporales que ofrece.
Conocemos el dicho: “La vida es un juego; juégalo”. La manera en que jugamos es muy importante. Ganaremos el juego solo si prestamos atención a los consejos correctos. Dios nos dio el poder de decidir, y nos muestra tanto las ventajas como las desventajas de nuestra decisión. ¿No sería maravilloso aceptar su trato y disfrutar el premio que él ofrece?
HEPZIBAH KORE