UNA VOZ TRANQUILA Y SUAVE
“Bástate mi gracia, porque mi poderse perfecciona en la debilidad”
(2 Cor. 12:9).
Comencé a colportar a los 16 años, aunque no sabía bien el idioma. Las primeras semanas fueron difíciles, porque para vender necesitas comunicarte. Pero no me di por vencida, sino que me aferré de Dios y completé el programa de diez semanas. No tenía idea de que ese no sería mi único verano de colportaje.
Recuerdo un caluroso día de verano en Las Vegas. Llevaba una mochila con quince libros, lo cual no me ayudaba a soportar cuatro horas de rechazos. En una casa, llamé durante dos minutos. Nadie respondió. Al salir, mi pie se enganchó en un alambre y los libros volaron en todas direcciones, mientras yo caía sobre mi brazo. La sangre manchó mis manos y mi falda. Intenté llamar a nuestro director, pero pronto me di cuenta de que la batería del walkie-talkie se había agotado. En ese momento, mi mente quedó en blanco. Sabía que no podía sentarme en la vereda hasta que mi líder volviera, así que, decidí seguir adelante. En la siguiente casa, volvieron a rechazar la venta. Finalmente llegó mi director, y me llevó a un hospital, para que me pusieran la vacuna antitetánica.
Luego de la vacuna, tomé mi pesada mochila de libros y seguí trabajando, a pesar del dolor en el brazo. Tras dos horas de rechazos, mi nivel de gozo estaba por debajo de cero. Llegué al comienzo de una empinada entrada para autos y pensé: “¿Para qué molestarme en subir hasta allá, si me rechazarán nuevamente?” Sin embargo, una voz tranquila y suave insistió en que fuera. Un anciano abrió la puerta. Le mostré un par de libros. Él entró, y pronto regresó con un cheque. Yo acepté el cheque y comencé a llorar. Conté al sorprendido caballero todo lo que me había sucedido ese día, y él comenzó a llorar conmigo. Me comentó que su esposa había fallecido hacía unas semanas, y que cuando vio mis libros supo que lo consolarían. Antes de irme, oramos juntos.
A veces, es difícil creer en la presencia de Dios cuando tenemos problemas. Sin embargo, Dios tiene distintas formas de mostrarnos su omnipresencia. Debemos ser pacientes, tener fe, orar, y escuchar su tranquila y suave voz. Cayéndonos es como aprendemos a levantarnos. Y a través de nuestros testimonios. Dios animará a otros también. No temas abrir tu corazón y compartir tus bendiciones.
Vanya Hoyi Chan