PERSEVERANCIA
Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Lucas 18:4, 5.
El juez del pueblo era malvado. Hacía con la ley lo que se le antojaba. Un día llegó al juzgado una mujer con un caso fácil de resolver, pero el juez estaba de malas y no la atendió. Desde entonces, la mujer iba al juzgado todos los días y le rogaba al juez que le hiciera justicia. Su adversario la había despojado de unos terrenos. La tierra era fértil, y el hombre le estaba sacando un gran provecho. Mientras tanto, la mujer vivía de la caridad de los vecinos.
Pasó un mes, tres meses, un año, y el juez se iba cansando, pero la mujer no. Todos los días, cuando el juzgado comenzaba a sesionar, la mujer llegaba. Una noche de insomnio, el juez se puso a repasar los acontecimientos del día, de la semana, del mes y del año, y en todas las memorias aparecía la mujer que clamaba por justicia. Entonces el juez dijo: “Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia” (Luc. 18:4, 5). ¡Y la mujer obtuvo lo que pidió!
Esta es una lección para los cristianos de hoy. Así como la mujer pidió justicia todos los días hasta que el juez malo le concedió lo que pedía, debemos insistir ante Dios, orando “sin cesar” (1 Tes. 5:17). ¿Si el juez malo al fin se ablandó, no podrá el Juez bueno condescender con nosotros y, según su voluntad, concedernos lo que pedimos?
Esta parábola del Maestro atesora esta enseñanza por contraste: el juez malo hizo justicia vencido por la insistencia, pero no se compara con el Juez bueno, quien anhela concedernos lo que le pedimos. Pero debemos perseverar, porque a veces la respuesta no depende de Dios sino de terceras personas, y él no doblega voluntades. A veces depende de nosotros, que no estamos preparados para glorificar a Dios cuando llegue la respuesta.
Oremos sin cesar, pidiendo a toda hora que nuestro Juez justo nos conceda aquello que nos llenará el alma de alegría y la boca de alabanzas a nuestro Rey.