LAS RAMERAS ANTE EL REY SALOMÓN
¡DAME SABIDURÍA, SEÑOR! – 1
En aquel tiempo vinieron al rey dos mujeres rameras, y se presentaron delante de él. 1 Reyes 3:16.
Imagino al sabio rey Salomón esa mañana inusual, recordando aquella ocasión cuando elevó su humilde y sincera oración pidiendo a Jehová la sabiduría indispensable para guiar a su pueblo elegido. Era solo un muchacho inexperto en los asuntos de gran relevancia en la vida, y se reconoció incompetente para la tarea
¡Cuánto dolor se evitaría si los jóvenes reconocieran su gran necesidad de conducción divina! ¡Cuánta bendición derramaría el Cielo sobre los hogares y las vidas de quienes, sin importar su edad, experiencia o responsabilidad, se humillaran diariamente en busca de la luz y la dirección que solo Dios puede otorgar! “Dame sabiduría, Señor” debería ser cada amanecer y cada atardecer la petición de cada hijo, de cada padre, madre, obrero, maestro, ministro y colaborador con Dios.
La cita bíblica menciona rameras. Veamos algunas definiciones de la palabra ramera:
¿No es esto acaso idolatría de la peor especie? Los labios expresan alabanzas y adoran a un ser humano pecaminoso, profiriendo expresiones de arrebatadora ternura y adulación que pertenecen solo a Dios; las facultades dedicadas a Dios en solemne consagración sirven a una ramera; porque toda mujer que permite los requiebros de otro hombre fuera de su esposo, que acepte sus insinuaciones y cuyos oídos se complazcan en escuchar sus profusas palabras de afecto, de adoración o de cariño, es adúltera y ramera” –TM, 434,435.
“Los israelitas, que no pudieron ser vencidos por las armas ni por los encantamientos de Madián, cayeron como presa fácil de las rameras. Tal es el poder que la mujer, alistada en el servicio de Satanás, ha ejercido para enredar y destruir las almas. ‘A muchos ha hecho caer heridos; y aun los más fuertes han sido muertos por ella’ (Proverbios 7:26). Fue así como los hijos de Set fueron alejados de su integridad y se corrompió la santa posteridad. Así fue tentado José. Así entregó Sansón su propia fuerza y la defensa de Israel en manos de los filisteos. En esto tropezó también David. Y Salomón, el más sabio de los reyes, al que por tres veces se lo llamó amado de Dios, se trocó en esclavo de la pasión y sacrificó su integridad al mismo poder hechicero” –PP, 487,488.
Los siervos de Dios hoy precisan urgentemente la sabiduría celestial. —RL