Martes 1 de Marzo – Alabanza cotidiana – Devocional para Jóvenes

¡Alaben al Señor, invoquen su nombre! ¡Que los pueblos reconozcan sus obras! ¡Canten, sí, cántenle salmos! ¡Proclamen todas sus maravillas! (1 Crónicas 16:8-9).

EN MAYO DEL 2011 TUVE EL PRIVILEGIO de participar del Primer Concilio Ministerial de toda la División Sudamericana, celebrado en Foz de Iguazú, Brasil. Fue realmente emocionante encontrarme con compañeros de estudio que estaban sirviendo a Dios en Chile, en Bolivia o en Perú y que nos vimos por última vez al terminar el seminario teológico. Todo el concilio fue una verdadera fiesta y muchos de los seminarios fueron impactantes para todos los presentes.

De manera particular, disfruté de los momentos de alabanzas. Dirigidos por el pastor William Costa Juniors, los momentos de adoración fueron sublimes, y dio gusto escuchar a más de cuatro mil pastores alabando a Dios en castellano y en portugués. Creo que todos los presentes pensamos en un momento, cuán grandioso será alabar a Dios luego de la segunda venida de Cristo, con el inmaculado idioma celestial.

Muchos siglos antes de este concilio, el rey David organizó una tremenda fiesta para todo Israel el día que transportaron el arca del pacto hacia Jerusalén. Los evitas, la tribu escogida por Dios, estaban ataviados con los ornamentos sagrados que representaba la alta función designada por el cielo. Eran los encargados de guiar toda la procesión y dirigir la alabanza con instrumentos musicales. El pueblo acompañaba al rey y a los sacerdotes con «jubilosos sonidos de bocinas, trompetas y címbalos, y al son de salterios y arpas» (1 Crón. 15:28). Fue luego ce llegar a Jerusalén, que David elevó su voz en alabanzas, guiado por Asaf y sus hermanos, diciendo: «¡Alaben al Señor, invoquen su nombre! ¡Que los pueblos reconozcan sus obras! ¡Canten, sí, cántenle salmos! ¡Proclamen todas sus maravillas!». David y todo el pueblo israelita expresaron a través de la adoración sus convicciones espirituales y cada uno volvió a su hogar habiendo renovado sus votos de fidelidad al Creador.

Si bien hay momentos especiales para adorar a Dios, es necesario que la alabanza ocupe un lugar importante en nuestra vida cotidiana. «Vi que debemos estar elevándonos diariamente y mantener nuestra supremacía sobre los poderes de las tinieblas. Nuestro Dios es poderoso. Vi que cantar para la gloria de Dios a menudo ahuyenta al enemigo, y que alabar a Dios mantiene a este en retirada y nos da la victoria» (Elena G. White, Mensajes selectos, t. 3, p. 379).

Te invito, al terminar esta lectura, a que dediques unos minutos para alabar a Dios entonando algún himno de adoración.

Radio Adventista

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