Martes 02 de Mayo del 2017 – PORQUE ÉL LO DIJO – Devoción matutina para la mujer

PORQUE ÉL LO DIJO

“Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Rom. 13:1).

Cuando estaba embarazada de mi primer hijo, tenía ganas de sentir el dolor del parto. No es que me guste el dolor. Sabía que iba a ser insoportable, pero también que no me iba a matar y que Dios no me daría más de lo que pudiera manejar. Al fin y al cabo, mi cuerpo ha sido creado para eso, ¿no? Así que, quería saber cuánto era lo que pensaba que podía manejar. Esa fue una experiencia enriquecedora.

Otros eventos de mi vida los he encarado con esa misma mentalidad. Sé que la vida puede ponerse difícil, pero cuando miro las dificultades a través de la lente del parto, sé que puedo superar cualquier cosa. Cuando estaba con las contracciones, nunca pensé “No puedo con esto, es demasiado”. Pensé: “Bueno, esto es mucho peor de lo que pensaba. Pero es sorprendente que pueda hacerlo”.

En diferentes momentos de nuestras vidas, todas nos hemos encontrado en algún lugar entre la agonía y la depresión. Si sobrevivimos a una dificultad, ¿significa eso que lo hemos hecho por nosotras mismas? ¿Qué somos tan fuertes? ¿Que lo hemos logrado sin ayuda? Claro que no. Es Dios el que nos ayuda, el que nos da las fueras, el que permite que lo logremos. Su fuerza es nuestra fuerza. Puede que no parezca admirable dejar que otro haga el trabajo. Cuando alguien nos ofrece ayuda, ¿no es común que le respondamos: “No te preocupes, puedo hacerlo sola”? A veces se nos hace difícil entregar nuestras cargas a Dios. Sin embargo, eso es exactamente lo que él nos pide que hagamos: que aceptemos su ayuda. Hay más fuerza en una mano abierta que en un puño cerrado.

Cuando se nos cruce por la mente la idea de que no somos lo suficientemente fuertes para hacer algo, obliguémonos a responder: “Es cierto. Yo no soy lo suficientemente fuerte, pero Dios sí lo es, y él es mi fuerza”. Ciertamente, nunca pediría pasar por una gran cantidad de dolor, pero es un alivio saber que puedo soportarlo si confío en la fuerza y la ayuda de Dios.

He tenido tres hijos, y nunca me han inyectado una epidural. Sí, estoy presumiendo, pero presumiendo de él, no de mí. Me impresiona lo que Dios puede hacer a través de nosotras, si se lo permitimos.

Jennifer Day

Radio Adventista

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