DALILA
EL PODER SEDUCTOR DE LA MUJER
Después de esto aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila. Jueces 16:4.
Muchos hombres de la Biblia fueron seducidos por mujeres. El rey Salomón encabeza la lista. Herodes Antipas fue vencido por una joven a quien ni siquiera tocó. Pero Sansón, que representa el ideal del hombre viril, fue derrotado por una ramera filistea: Dalila.
Los filisteos eran juguetes para Sansón, y él era juguete para sus mujeres. Sansón era un gran guerrero, valeroso, astuto, incluso despiadado. Cierta vez, sin espada ni cuchillo mató a mil filisteos y los apiló en dos montones. Lo malo era que le gustaban las filisteas. En Israel había mujeres hermosas, pero las filisteas eran seductoras. Primero, Sansón se casó con una virgen de ese pueblo, pero las cosas salieron mal, y comenzó a frecuentar rameras. Visitó a una de Gaza, y luego se enamoró de una ramera filistea de nombre Dalila.
Cuando los gobernantes se enteraron de que Sansón tenía amores con Dalila, decidieron usarla como carnada. Le presentaron una tentación irresistible: el dinero. A su vez, ella debía seducir al héroe con una tentación hechizante: sus caricias. Cada uno se comprometió a darle mil cien piezas de plata si le arrancaba el secreto de su fuerza.
Dalila amaba a Sansón, pero amaba más el dinero, y procedió a rogarle que le revelara el secreto. Sansón le mintió varias veces, pero al fin le dijo la verdad: “Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres” (Jueces 16:17).
En seguida, Dalila hizo que Sansón se durmiera en su regazo y llamó a un hombre para que le cortara el cabello. Cuando los filisteos se abalanzaron contra él, Dalila le avisó. Sansón se defendió con la fuerza de un hombre común, y fue sometido. Le sacaron los ojos, y lo pusieron a mover las aspas de un molino. Así, el hombre más fuerte que ha existido fue sometido por una mujer.
Por ser mujer, ya eres bella. Pero la belleza sin virtud es vacía. Lejos de Dios, tu belleza puede convertirse en una trampa de seducción, en la que finalmente tú misma terminarás cayendo. Pidámosle al Señor que nos ayude a buscar los dones del Espíritu, ¡esa belleza interior llamada sabiduría que se acrecienta con los años! – FB