En mi primera defensa nadie estuvo a mi lado; todos me desampararon. Espero que no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor sí estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí se cumpliera la predicación y todas las naciones la oyeran. Así fu vibrado de la boca del león (2 Timoteo 4: 16-17).
SIEMPRE ESTABA EN LA IGLESIA CON UNA HERMOSA SONRISA. Su simpatía y amabilidad eran correspondidas por el resto de la hermandad que la convenían una mujer cristiana y servicial. Cuando la visité en su hogar dialogamos sobre diversos temas relacionados con familiares y amigos, al término de la visita le pregunté: «¿Tienes algún pedido especial para que yo lo presente en oración?».
Ella hizo una pausa, y luego, con la voz quebrada y lágrimas en sus ojos me dijo: «Pastor, yo soy viuda y no tengo hijos. Hay momentos que realmente me siento muy sola y no quiero seguir así. Desde la muerte de mi esposo, hace ya varios años, no logro superar ese sentimiento de soledad y de que no tengo a nadie en el mundo. Mis sobrinos, hijos de mi hermano, muchas veces me visitan, pero solo por unos momentos. Luego que se retiran, el silencio de esta casa me parece aterrador. Ore para que no me sienta así y Dios haga algo para que pueda sentirme acompañado».
Yendo al relato de la creación del mundo, podemos ver que Dios nos creó como seres sociales. La formación de familias y el aumento poblacional a nivel mundial era el plan divino antes que entrara el pecado. Si bien la unión matrimonial y la procreación continuaron luego que Adán y Eva cayeron, la muerte comenzó con su obra destructora destrozando hogares y dejando a miles en la soledad y la nostalgia.
El apóstol Pablo no fue ajeno a ese sentimiento. Cuando enfrentó momentos durísimos por defender su fe ante reyes y emperadores, le confesó a Timoteo su sentimiento de soledad. ¡Cuánto deseaba el gran apóstol tener a su lado una mano amiga o un hermano intercediendo en oración! Pero la triste realidad fue que enfrentó la corte de Nerón completamente solo. ¿Completamente solo?
No. Nunca estuvo solo. Aunque le faltaron la simpatía y el afecto humano, Jesús nunca lo abandono. Su propio testimonio lo confirma cuando dijo: el Señor estuvo a mi lado. Sí, el Señor siempre está junto a sus hijos.
Al comenzar con tus actividades de este día, recuerda que Jesús está contigo. Pueden faltarte cónyuge, hijos, familiares y amigos, pero ten la seguridad de que Jesús jamás te faltará. Así como lo prometió, él estará contigo «todos los días, hasta el fin del mundo» (Mat. 28, 20).