Lunes 30 de Octubre del 2017 – JESÚS, EL JUEZ JUSTO – Devoción matutina para adultos

JESÚS, EL JUEZ JUSTO

«Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo». Hebreos 2: 17

JESÚS REVISTIÓ su divinidad de humanidad a fin de poder alcanzar a la raza humana. El apóstol dice: «Así como los hijos de una familia son de la misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas […]. Pues ciertamente no vino para ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. Y para eso tenía que hacerse igual en todo a sus hermanos, para llegar a ser Sumo Sacerdote, fiel y compasivo en su servicio a Dios, y para obtener el perdón de los pecados de los hombres por medio del sacrificio. Y como él mismo sufrió y fue puesto a prueba, ahora puede ayudar a los que también son puestos a prueba» (Heb. 2: 14-18, DHH).

De todos los que han nacido en la carne, Jesús es el único con la potestad de juzgar con rectitud. Basados en las acciones externas, podemos condenar y arrancar aquello que consideramos cizaña, pero podemos cometer grandes errores. Tanto los pastores como los laicos han de estudiar la Biblia para entender cómo deben tratar a aquellos que yerran. No han de actuar con dureza, o dejarse llevar por prejuicios o parcialidades, con un corazón insensible presto a condenar a uno y a expulsar al otro; ya que se trata de una obra solemne. Al criticar y condenar a sus hermanos y hermanas, los acusadores hieren y lastiman los corazones de aquellos por los que Cristo murió. Cristo los compró con su preciosa sangre, y aunque otros pronuncien sentencia contra ellos al juzgarlos por lo que aparentan externamente, su juicio en las cortes celestiales es más favorable que el de sus acusadores. Antes de que profiramos palabras de juicio contra otros creyentes, o de que actuemos decididamente para expulsarlos de las filas de la congregación, sigamos el consejo del apóstol: «Examínense ustedes mismos, para ver si están firmes en la fe; pónganse a prueba. ¿No se dan cuenta de que Jesucristo está en ustedes? ¡A menos que hayan fracasado en la prueba!» (2 Cor. 13:5, DHH).

Aquellos que están prestos a desdeñar a sus hermanos y hermanas, examinen bien el carácter de sus propios pensamientos, motivos, impulsos, propósitos y acciones. […] Si luego de un examen cuidadoso y sincero de nosotros mismos descubrimos que no podríamos pasar la prueba del escrutinio humano, ¿cómo podemos pasar el escrutinio de los ojos de Dios, pretendiendo colocamos como jueces de los demás?

Antes de juzgar a otros, nuestra primera tarea ha de ser orar y velar para que, por la gracia de Cristo, luchemos la batalla contra los males que agobian nuestro propio corazón.- Review and Herald, 3 de enero de 1893.

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