«Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en el confiare; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio» (Sal. 18:2, RV60).
«Masada», que significa «fortaleza», se encuentra enclavada en una monumental masa rocosa de Israel, como si miles de escultores muy competentes la hubieran tallado en una roca a 390 metros por encima de la costa del mar Muerto. Para Herodes, este lugar llegó a convertirse en su refugio, en su fortaleza, en su mejor recurso ante las adversidades que la historia le deparó.
En el año 40 a. C., Herodes huyó a Roma ante la invasión de los partos, y dejó a su familia refugiada en Masada. A su regreso, habían sobrevivido al sitio y ataque de los partos, por lo que Herodes decidió invertir mucho dinero y energías reforzando la muralla de Masada con torres de vigilancia. Herodes llegó a creer que Masada era una fortaleza inexpugnable. Inevitablemente, cuando el ser humano pone su confianza en la obra de sus manos, acaba decepcionándose, sintiéndose impotente y sin nada a lo que aferrarse. Aquello que parecía ser nuestro refugio, nuestra fortaleza y nuestro mejor recurso ante las adversidades, termina fallándonos.
¿En qué inviertes tus recursos, tu tiempo, tu dinero, tus energías? ¿En qué cosas o personas consideras que está depositada tu fortaleza? ¿Hay alguna «masada» en tu vida que te haga sentir confiada cuando llegan los problemas? ¿Tienes un refugio humano o un recurso de tus manos a los que acudes cuando las cosas se ponen difíciles? Si es así, esa «masada» está ocupando el lugar que Dios quiere ocupar en tu vida.
Cuando creemos que nuestra fortaleza consiste en asegurarnos un buen trabajo, en estudiar sin cesar o en acumular dinero para que nuestras finanzas nos provean seguridad futura, caemos en la arrogancia del rey Herodes. La Biblia nos invita a tener como fuente de nuestra fortaleza únicamente a Dios, porque «tú, Señor, eres mi protector, mi lugar de refugio, mi libertador» (2 Sam. 22:2). ¿Y cómo se hace para recibir esa fortaleza que viene de parte de Dios? Teniendo fe en él.
Querida amiga, no sigas tratando de vencer las dificultades de la vida por ti misma, confiando en las «fortalezas» que te has ido tallando en torno a ti. Esas fortalezas fallarán; pero Dios no te fallará. Hazte fuerte en él; pon tu fe en él; asegúrate de salir esta mañana a la vida anclándote primero en él.