ORAR CON LA BIBLIA EN LA MANO
«Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad». 2 Timoteo 2: 15
SI DE VERDAD CREEMOS que el Señor viene pronto hemos de estudiar las Escrituras como nunca antes, pues Satanás está determinado a probar todo engaño posible para mantenernos en la oscuridad y cegar nuestras mentes para que no vean los peligros de los tiempos en que vivimos. Hemos de escudriñar la Biblia con oración ferviente para poder ser iluminados por el Espíritu Santo en cuanto a la verdad, a fin de saber más de Dios y de Jesucristo, a quien él ha enviado. Estudiemos las verdades como si fueran tesoros escondidos. El tiempo de prueba está precisamente delante de nosotros, pues el fuerte pregón del tercer ángel ya ha comenzado a revelar la justicia de Cristo, el Redentor que perdona los pecados. Este es el inicio de la luz del ángel cuya gloria llenará toda la tierra. Todos los que hemos recibido el mensaje de amonestación tenemos la tarea de exaltar a Jesús, presentarlo al mundo como lo presentan las figuras y los símbolos del Antiguo Testamento, tal como lo presentan los profetas, tal como lo presentan las lecciones dadas a sus discípulos y los milagros maravillosos efectuados en beneficio de los seres humanos. Escudriñemos las Escrituras, pues ellas son las que dan testimonio de Cristo.
Si queremos salir incólumes del tiempo de angustia, debemos conocer a Cristo y apropiarnos del don de su justicia, la cual se atribuye al pecador arrepentido.— Mensajes selectos, t. 1, pp. 425-426.
La sabiduría humana no es capaz de concebir un plan de salvación. La filosofía humana es vana, y los frutos de los más elevados poderes humanos son inútiles separados del gran plan del divino Maestro. No hay gloria que se origine en nosotros, pues toda la gloria humana yace en el polvo. La verdad tal como es en Jesús es el único agente disponible mediante el cual podemos alcanzar la salvación. Tenemos el privilegio de poder unirnos a Cristo por medio de una combinación de lo divino y lo humano, y solo en esta unión ha de descansar nuestra esperanza, ya que únicamente cuando el Espíritu de Dios toca el alma se reavivan nuestras facultades, y somos hechos nuevas criaturas en Cristo Jesús. Él se manifestó para traernos vida, y para exponer la inmoralidad [ver 2 Timoteo 1: 10]. Nos dijo: «Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6: 63). El salmista declara: «La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los sencillos» (Sal. 119: 130).— Review and Herald, 2 de noviembre de 1892.