RAÍCES PARA ABAJO Y FRUTOS PARA ARRIBA
“Y lo que hubiere quedado de la casa de Judá y lo que hubiere escapado, volverá a echar raíz abajo, y dará fruto arriba” (Isaías 37:31).
Cuando Dios está al frente, no importa el tamaño del enemigo ni la dificultad de la batalla. Él siempre será victorioso. Fue lo que aconteció en el conflicto entre Asiria, liderada por el arrogante Senaquerib, y Judá, bajo el liderazgo del debilitado Ezequías. La derrota parecía segura; pero, por medio del ministerio profético de Isaías, Dios garantizó la victoria de su pueblo y, para completar, realizó un tremendo milagro.
La batalla ni siquiera llegó a desarrollarse. Un ángel del cielo destruyó a 185 mil soldados del ejército asirio y obligó a huir a los sobrevivientes, incluyendo al mismo Senaquerib. Además de la victoria, Judá recibió una promesa de abundancia. La nación sería restaurada y sus tierras serían aún más fértiles. Su pueblo volvería a tener “raíces abajo” y a demostrar sus “frutos arriba”, siendo completos en el Señor.
En las grandes y complejas batallas de hoy, el Señor también nos promete victoria y restauración. Él desea hacernos completos, permitiendo que nuestras raíces se hundan en el rico suelo de su gracia de manera que nuestra vida sea fructífera y una bendición para su obra.
Aquellos que tienen “raíces abajo” son espiritualmente consistentes. Son profundos espiritualmente, y poseen convicciones claras sobre su origen, su identidad y su destino. No se dejan llevar por novedades, curiosidades o superficialidades, ni se abaten por cualquier crisis relacional o espiritual.
Sin embargo, no solo de profundidad vive la fe cristiana. Es necesario presentar “frutos arriba”. Las buenas raíces siempre producen muchos frutos, y eso también sucede en la vida cristiana. Con profundidad espiritual, siempre hay crecimiento misionero. Las personas son alcanzadas, ellas toman buenas decisiones y proceden a aceptar o pedir el bautismo. Los frutos aparecen en cantidad y con calidad.
Sin equilibrio entre esas dos características, no habrá discipulado de verdad. Buscar solo “raíces abajo” llevará al egoísmo espiritual, al criticismo, al desánimo y a la apostasía. Mostrar solo “frutos arriba” producirá muchos números y pocos discípulos, muchas buenas obras y poca consistencia espiritual.
Tengamos especial cuidado para no tener una vida pretenciosamente de consagración sin resultados, o una experiencia de resultados aparentes sin consagración. En la vida espiritual, únicamente el equilibrio entre comunión y misión traerá realización.