Lunes 27 de Marzo del 2017 – LA VIDA ESTÁ EN LA SANGRE – Devoción matutina para Jóvenes

LA VIDA ESTÁ EN LA SANGRE

“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” (Romanos 5:9).

Hace poco más de cien años, el 27 de marzo de 1914, se llevaba a cabo la primera transfusión de sangre de manera no directa, realizada por el Dr. Albert Hustin en Bruselas, Bélgica, usando citrato de sodio como anticoagulante.

Hoy, las transfusiones de sangre nos parecen moneda corriente, pero son relativamente novedosas en la historia. El primer intento de transfusión de sangre fue descrito por el historiador del siglo XV Stefano Infessura. En 1492, registró que tres muchachos donaron su sangre al papa Inocencio VIII, que estaba en coma. Los tres jovencitos donantes, todos de diez años, se ofrecieron luego de que se les prometiera un ducado a cada uno. Desafortunadamente, el Papa y los tres jovencitos murieron.

Después de que William Harvey, en 1628, descubrió la circulación intravenosa, y tras varios intentos fallidos, comenzaron a realizarse transfusiones directas entre dos personas, antes de que la sangre se coagulara. Después de 1910, se descubrió que agregar anticoagulante a la sangre y refrigerarla permitía su almacenamiento. Finalmente, esto llevó al establecimiento de bancos de sangre.

Ya lo afirma el eslogan: “Donar sangre es donar vida”. Es considerado como un acto de altruismo. De hecho, está prohibida la comercialización de sangre. Es un acto de desprendimiento.

Frecuentemente, cuando un enfermo necesita desesperadamente de sangre, sus familiares y amigos la donan. Ya lo dijo Jesús: “No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos” (Juan 15:13, NTV). Y ser el mayor donante de sangre de la historia, convierte a Jesús en el mayor amigo de la humanidad. El apóstol Pablo afirma que fuimos “justificados en su sangre” (Rom. 5:9) y que “tenemos redención por su sangre” (Efe. 1:7). Esta misma sangre puede purificar nuestra conciencia (Heb. 9:14) y por la que obtenemos el “perdón de pecados” (Col. 1:14).

Cristo, por su sangre derramada en la cruz, obtuvo vida eterna para quien en él crea. Y esto lo hace el donante de sangre (es decir, de vida) más grande testificado por el universo. No solo dio la vida por sus amigos, sino que, aun siendo enemigos, su sangre compró nuestra salvación (Rom. 5:7-11).

Hoy puedes recibir los beneficios de esa “transfusión de vida” que Cristo obró en la cruz; y al predicar el evangelio de las buenas nuevas, puedes llevar vida a quienes están pereciendo. Y si también puedes hacerlo, no está de más donar sangre físicamente a quien pudiera necesitarla.

Radio Adventista

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