PACIENCIA CON EL PAN TIBIO
“El señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros” (2 Ped. 3:9).
Una suave brisa mecía las hojas que caían lánguidamente desde el balcón. Orquídeas de cada tono caían elegantemente de ramas curvas. Aves de plumajes coloridos cantaban y jugaban a las escondidas en los árboles. Melissa estaba tan ocupada conociendo sus alrededores, que casi había olvidado comer. Al mirar hacia su plato cargado de frutas tropicales, nueces y dátiles, preguntó: “¿Dónde está la tostada?” Cierto… ¿dónde? Francamente, me había sorprendido al descubrir que nuestra diminuta cabañita tenía una tostadora. Veinticinco minutos antes, Melissa había colocado rodajas de pan en las rejillas metálicas y apretado el botón de encendido. Sugerí que se fijara cómo iban. Casi inmediatamente, un grito salió desde donde estaba la tostadora. Melissa volvió al balcón y se paró con las piernas un poco separadas, los brazos cruzados: su apariencia gritaba impaciencia:
-¡El pan ni siquiera empezó a oscurecerse! ¡Estoy muy cansada de esperar! ¿No estás molesta?
– Es lo que hay -respondí, sacudiendo la cabeza y masticando el último pedazo de fruta, maravillada con su apariencia y su sabor-. Estoy de vacaciones, y elijo evitar gastar energía en molestarme por una tostadora que, probablemente, esté funcionando lo mejor que puede.
Hubo una larga pausa antes de que Melissa admitiera que quizás había reaccionado exageradamente.
-¿Te das cuenta de qué es lo que hizo que reaccionaras así? -pregunté.
-La expectativa -respondió Melissa sin dudarlo-. Permití que mis expectativas me llevaran a exhibir conductas que resultaron en consecuencia negativas.
Yo me reí ante una presentación tan exacta de uno de los comentarios de mi seminario.
-Esperé que una tostadora en otro país funcionara de la misma forma que la que tengo en casa…
Elegí ser impaciente -sonrió irónicamente. Bien hecho, pensé, te diste cuenta tú solita. Y le dije:
-Puedes comer pan tibio o esperar hasta que esta pequeña tostadora logre tostar el pan; aunque creo que nunca llegará a producir el tipo de tostada al que estás acostumbrada.
-Entonces será pan tibio -dijo Melissa, dirigiéndose a la cocina, y murmurando- ¡Qué ridículo, impacientarse por una tostadora!
El Señor es paciente contigo. Qué ridículo es qué te impacientes, no con una antigua tostadora, sino contigo misma y con otros.
Arlene R. Taylor